El croata Mandzukic es vigilado por Nico Pareja. Foto: EFE. Hay derrotas y derrotas, y la de ayer es una de esas que duelen a los aficionados. Cuando éstos esperaban ver a su equipo dar un golpe sobre la mesa de la Liga en el campo de un Atlético algo desafinado, el Sevilla protagonizó su mayor fiasco en lo que va de temporada. Perder la Supercopa de Europa ante el Real Madrid era algo que podía entrar en los planes, más allá de que el equipo afrontara ese partido en la mejor disposición posible. Sin embargo, perder como lo hizo anoche en el Vicente Calderón sí que era algo que nadie o prácticamente nadie contemplaba. Derrotas como ésta, cayendo por 4-0 y siendo un juguete en manos de uno de los equipos con los que existe mayor rivalidad, recuerdan varias cosas. La primera es que ni Emery es infalible ni tendrá nunca de su lado a todos los sevillistas. Desde luego, con planteamientos como el de ayer no logrará adeptos. Más allá de la disposición/elección concreta de los futbolistas, algo que lógicamente tiene mucha incidencia, a ningún aficionado le gusta ver a su equipo jugar con miedo, tirar de músculo y dejar el talento sentado en el banquillo. Y menos aún después de un brillante inicio de campaña, en el que se vio a un Sevilla con mordiente y determinación, buscando siempre a su rival para neutralizarlo primero y noquearlo, después. Los resultados avalan esa filosofía y pusieron a Emery servidor incluido por las nubes, pero hasta en el propio club sorprendió lo que el técnico hizo ayer. Emery ha dado y dará muchas cosas buenas al Sevilla. Sin ir más lejos, conquistó un título, llegó a meter al equipo en la pelea por la Liga de Campeones y ahora, de nuevo, lo tiene ahí, destacando. Pero en el fútbol nada es suficiente ni eterno. El técnico de Hondarribia es intocable. No es para menos. La debacle de ayer debe pasar cuanto antes al recuerdo y servir como lección; para él y para los futbolistas. Porque éstos no se pueden marchar de rositas. Que Emery no acertó es evidente; que los jugadores no estuvieron a la altura de la circunstancias, también. Unos más que otros fallaron, aunque sería injusto centrar todas las críticas en el entrenador visto lo visto. Se hablará de Emery estos días, pero también hay que exigirle a Beto, Diogo, Kolo, Tremoulinas, Vitolo, Banega, Bacca... A muchos futbolistas que podían haber dado mucho más de sí... y ni siquiera aparecieron. En un campo como el Calderón, frente a este auténtico depredador creado y alimentado por Simeone que hace sólo unos meses levantó el título de Liga y dejaba escapar el de la Champions, hay dos opciones: o das el mismo nivel que él en cuanto a concentración y entrega, o te despides. Y el Sevilla no hizo ni lo uno ni lo otro. Cuatro goles se podían leer en su factura cuando fue a recogerla. Lo importante ahora es que quede en un accidente, en una mala noche de la que aprender con vistas al futuro inmediato. Nadie puede exigir a este Sevilla que gane en el campo del Atlético por obligación, pero sí que no defraude a sus aficionados como hizo esta vez dando una imagen realmente pobre y para olvidar. Que Unai Emery, su planteamiento, el flojísimo papel de los jugadores y los goles de un buen Atlético sean lo que está en boca de todos tiene también otra lectura. Desgraciadamente, los duelos entre ambos equipos, y en especial los últimos, dieron origen a muchas polémicas y a un ambiente muy crispado. Será difícil, más bien imposible, que la rivalidad vaya a menos, pero, aun siendo el de ayer un partido reñido y con muchos roces, al menos parece que no ha dejado secuelas más allá de las ganas de revancha.