Era de esperar que los obispos del sur de España, como los del resto del país, manifestasen su rechazo a la ampliación de la ley del aborto o "abrir camino a la eutanasia" que, por cierto, es un supuesto que sigue sin concretarse. Lo que llama la atención del documento que suscribieron en Córdoba el pasado día 23 es esa denuncia suya del "peligro del totalitarismo, aún con apariencia democrática" en el Estado del mundo que mejor trata a la Iglesia Católica y que, desde 1953, mantiene un concordato oficial con ella, inexplicable bajo una Constitución aconfesional como la que este país se otorgó en 1978.
¿Cuáles son los únicos partidos que se alinean con la posición de la Conferencia Episcopal? Si se quiere, una parte de Convergencia i Unió y el PP, eso sí con la boca chica porque ya Mariano Rajoy ha anunciado que en caso de que llegue a La Moncloa, no dará afortunadamente marcha atrás en leyes como la de los matrimonios entre homosexuales. Por primera vez, los obispos se decantan tan a las claras hacia una opción política concreta, aunque el arzobispo Carlos Amigo niegue que se haya pedido explícitamente el voto.
También, por primera vez y como la extrema derecha, relacionan a la inmigración con la delincuencia cuando en el punto octavo de su escrito alertan de que la coyuntura económica hace temer "un gran incremento del paro, y especialmente en la población inmigrante. Esta situación, en una coyuntura difícil, puede dar lugar a un aumento notable de la delincuencia y de la inseguridad social". ¿Cómo ha podido firmar Antonio Ceballos, obispo de Cádiz, un párrafo tan contrario a su compromiso habitual?
Frente a ese órdago de los obispos -que a escala teórica recuerda a cuando las hermanitas de la primera transición llevaban a los viejos del asilo a votar masivamente por UCD o por AP-, siempre nos quedará José Chamizo. El Defensor del Pueblo de Andalucía, que sigue siendo sacerdote, ha asegurado que la jerarquía eclesiástica corre un cierto riesgo con estos pronunciamientos: "Si quieren decir principios generales que lo digan, pero no creo que haya que pedir el voto para nadie ni para nada, ni para uno ni para otro porque la sociedad yo creo que ya es adulta y sabe lo que tiene que hacer y lo que tiene que votar".
Ésa es la mayor paradoja y, a su vez, la mayor grandeza de la Iglesia Católica: que caben todo tipo de opiniones bajo su manto apostólico. Incluso la de aquellos que, como nos ocurre a los ateos, les importa un bledo lo que opinen sus prelados. Pero si queremos que a este país lo gobiernen los obispos ya sabemos a quien votar.
