Decía Chaparro hace unos días, y repetía anoche, que al bético le queda por sufrir tela. Perfecta y sevillanísima definición de lo mucho aunque indeterminado ese "tela" que a tenor de lo visto ante un flojísimo Recre se nos puede quedar hasta corto. Pasan los días, igual que pasa la vida, se va acabando enero y aquí la caja fuerte -rebosante de millones de euros si creemos la versión oficial de las cuentas- parece cerrada a cal y canto mientras al bético se le va el alma y el carácter cada domingo viendo como su equipo va a menos, temporada tras temporada, sin que quien tiene la responsabilidad de evitarlo haga lo más mínimo, que ya ha quedado claro para todo el orbe verdiblanco que nanay de la china, que es muy difícil mejorar un plantel que por tercer año consecutivo va a luchar hasta el final por evitar el descenso. Miedo me da que una afición como ésta se acomode con la actual coyuntura, porque de seguir así la película, ni el propio Chaparro puede cuantificar con adjetivo alguno las barbaridades que aún le restan por pasar a los béticos. El silencio de los parroquianos, escaleras abajo ayer tarde, duele casi tanto como los exabruptos propios del régimen. ¡Tela!
