Zascandil , mequetrefe, de poco provecho, despreciable y enredador. Todos estos calificativos se encierran en el chiquilicuatro que reconoce el Diccionario de la Lengua y que tuvo España la osadía de enviar como representante a Eurovisión. España sólo aflora su orgullo en el fútbol y en Eurovisión, lo que genera una permanente frustración porque en ambos casos o no se pasa de cuartos o se hace el ridículo o las dos cosas a la vez.
España son dos sensaciones contrapuestas, complementarias y frustrantes; capaces de convertir la rutina de perder en el santo advenimiento de la victoria; de dar importancia a la nación para dar fortaleza al nacionalismo; ensalzar la cohesión para dirimir las diferencias.
Chiquilicuatro es la antesala de los cuartos del campeonato de Europa de Fútbol; el disfraz de la incapacidad, la transmutación de la inteligencia en humor negro. Pero también es el flautista de Hamelín del frikismo embelesado, el mismo que intenta desmarcarse del liderazgo de este personaje de ficción sin ciencia ni conciencia.
Para infortunio, en España abundan los zascandiles, mequetrefes y enredadores de poco provecho. Ante el congreso del PP son demasiados los que llevan guitarrilla de juguete tocando melodías pregrabadas y escondiendo los hilos que mueven sus lenguas. El PP se está pareciendo demasiado en estos tiempos al gran escenario de Eurovisión: vistoso, colorista, luminoso, para lucimiento de tupés que simulan ideologías. Antes de las votaciones finales tendrán que salir a la luz quiénes mueven los hilos.
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