Si algo tienen los catalanes es que saben vender y a nosotros que aún no nos hemos matriculado en esa asignatura. Mosen Cinto Verdaguer se situaba en la Sierra de Huelva para comenzar su poema La Atlántida, vendida como la obra cumbre de la literatura nacional catalana, mientras nosotros no sabemos qué hacer con la salutación de Antonio Machado a Barcelona, por ejemplo. Con este estado de cosas se puede venir a Sevilla, inaugurar la exposición del Modernismo catalán en el Museo y decir que representa "una etapa artística que no cuenta con una significativa representación en el Bellas Artes".
Y eso en el momento en el que se acaban de comprar obras de Bacarissas y Arpa Perea. ¿Qué son entonces Bacarissas y Arpa Perea?, ¿qué Sánchez Perrier, Juan Miguel Sánchez o Santiago Martínez? Tenemos en Sevilla poco modernismo catalán (en Barcelona tampoco tienen andaluz) pero modernismo sí tenemos en pintura o escultura (¿no es modernista el monumento a Bécquer?) y no cabe aquí el elenco del arquitectónico. Por tener, lo tenemos hasta en la Semana Santa (los mantos de la Virgen de Villaviciosa y de la Soledad de San Lorenzo podría haberlos diseñado Gaudí).
Lo que no tenemos es conciencia de tener modernismo (a lo mejor la palabra era un exabrupto en nuestra sociedad pacata de principios del XX y hasta bastante después) ni, al parecer, la voluntad de tenerlo para proyectarlo y proyectarnos. Porque eso es, a fin de cuentas, lo que siempre hay por debajo de estas embajadas culturales: la puesta en valor de la sociedad que la ha producido; aquí eso será imposible mientras creamos que todo lo que vino después del barroco fue costumbrismo; por eso el Museo de Arte y Costumbres está lleno de obras modernistas de Bacarissas, Bartolozzi o Juan Miguel. Dicho esto, la exposición me parece magnífica.
Antonio Zoido es escritor e historiador