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Científicos mutando moscas

Jornada de puertas abiertas en la Pablo de Olavide con motivo de la Semana de la Ciencia.

el 09 nov 2010 / 20:36 h.

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Los investigadores mostraron a los alumnos el trabajo que realizan.

Los científicos de la Pablo de Olavide no mantan moscas a cañonazos. Más bien las mutan a destajo con un fin: curar enfermedades como el cáncer. Pero, ¿qué tiene que ver el genoma de una mosca con el del ser humano? Aunque parezcan muy distintos, sobre todo en tamaño, el estudio de seres inferiores puede aplicarse al estudio de enfermedades en personas. Esta labor de investigación es la que se realiza en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD), que esta semana abre sus puertas a alumnos de bachillerato, concretamente, de la rama de Ciencias de la Salud.

Mediante estas jornadas, que se celebran con motivo de la Semana de la Ciencia de la Universidad Pablo Olavide, los jóvenes se convierten en científicos por un día.
La primera parada del paseo la hacen en el laboratorio de las Drosophila melanogaster, conocidas como moscas de la fruta o del vinagre. Gracias a los microscopios, los jóvenes observan, una a una, las diferencias existentes entre una mosca normal y una mosca mutada. ¿Pero por qué una mosca? Según Patricia, estudiante e investigadora, la ventaja que presenta este insecto es su tamaño, el fácil manejo y su numerosa descendencia. Es más, "en solo diez días pueden generar 200 individuos, mientras que un ratón necesita tres meses para crear a tres", explica. Eso sí, para examinarlas es necesario dormirlas con CO2 para que no salgan volando.

La segunda sala a visitar es la de los vertebrados, donde los alumnos aprecian el desarrollo embrionario de ranas y peces. Durante la clase teórica, Ana cuenta que estos embriones tienen corazón, ojos y riñones en sólo 24 horas.

Además, desvela que para estudiarlos se coloca en sus genes una proteína verde para hacerla visible y seguirla. En la parte práctica, todos los estudiantes se agolpan para echar un ojo a esos seres microscópicos que se crían en una placa. "¡Qué cosa!", se sorprenden, "¡está chulísimo". Pero también hay tiempo para consejos. "El inglés es fundamental para quien quiera estudiar Biología", recomienda Ana, guía del laboratorio por un día.

La siguiente parada es la sala de los gusanos. Aunque éstos no son bichos queridos, al principio, algunos acaban hasta cogiéndoles cariño e incluso les dan charla. "¡Qué enano eres! ¡Hola!", saluda una de las alumnas. Aquí, bajo la supervisión de Ana María, los jóvenes científicos pasan de la vista al tacto.

La primera prueba es adivinar cuál de los cinco gusanos es normal y cuáles han mutado. Después, toca trasladar el gusano de una placa a otra mediante un pequeño instrumento que no todos saben manejar. De hecho, llegan a desarrollar auténticas estrategias para realizar la mudanza. "En 15 minutos no se puede explicar en profundidad todo lo que pueden ver", explica Ana María. Sin embargo, el objetivo de estas jornadas, que se desarrollarán hasta mañana, es acercar la ciencia a los alumnos.

Una vez finalizada la ruta por los laboratorios, cada uno hace su balance. "Yo prefiero los gusanos". "A mí me han gustado los pececillos", discuten. Otros, más interesados en la materia, proponen análisis más profundos. Por ejemplo Pablo, que quiere ser biotecnólogo y asegura que lo mejor de esta experiencia es poder ver las implicaciones que tienen estas investigaciones y cómo pueden extrapolarse al ser humano.

Tras el paseo por el CABD, toca inspeccionar el laboratorio del sueño, donde se investiga la diferencia entre un envejecimiento normal y uno patológico, es decir, aquel que degenera en Alzheimer. ¿Y por qué los sueños? En este laboratorio han comprobado que las personas que presentan problemas de memoria, duermen mal. En las salas de sueño se hace el seguimiento de sujetos que duermen.

Para finalizar, los chicos se reúnen en el CABD para probar Speriens, la primera bebida de baja graduación alcohólica obtenida a partir de la fermentación natural del zumo de naranja y obtenida por biotecnólogos de la Olavide (Hespérides Biotech). "Yo me he enganchado ya", dijo un chaval. Quién sabe, quizás también lo haga a la ciencia.

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