Son tan famosas sus codornices que casi han borrado su nombre y todo el mundo le conoce por el bar de las codornices. Las traen de Lérida y ellos mismos las hacen cada día, una vez limpias y abiertas, según el aliño que Ruperto Blanco inventó. Las dejan macerar de uno a dos días en el adobo, cuya fórmula es secreta, en el que dominan el comino y el vinagre de Jerez. El resultado es una carne sabrosa y de exquisito sabor protagonizado por el aderezo.
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