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Comienzo el derribo del Nueva Galería de Alcosa tras nueve meses de protestas

María dice que hay días en que mira por la ventana y no sabe decir qué hora es. Se tiene que hacer caso del reloj, porque sus ojos la engañan. Frente a su ventana tiene una mole de hormigón que deja su casa en tinieblas, oculta de los rayos del sol.

el 15 sep 2009 / 15:42 h.

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María dice que hay días en que mira por la ventana y no sabe decir qué hora es. Se tiene que hacer caso del reloj, porque sus ojos la engañan. Frente a su ventana tiene una mole de hormigón que deja su casa en tinieblas, oculta de los rayos del sol.

Una torre de cemento de la que ella y sus vecinos de la Plaza de los Luceros, en el Parque Alcosa, llevan nueve meses quejándose. Desde ayer, y en menos de dos meses, ese esqueleto a dos metros de sus balcones, que los deja sin luz, dejará de existir. Adiós al Nueva Galería. Adiós a las sombras.

La demolición no se podía llevar a cabo hasta que el Ayuntamiento no comprara los terrenos y otorgase la licencia, un proceso que concluyó el pasado día 10. Los vecinos respiraron entonces tranquilos, pero no tanto como ayer, cuando vieron a los primeros operarios, mazo en mano, dispuestos empezar el derrumbe, casi manual en principio, hasta que entren a matar las máquinas de la empresa Erri-Berri, casi con seguridad la próxima semana.

Mari Pepa no se puede contener cuando ve los cascos, los monos, las herramientas. "¡Guapos! ¡Luego bajo y os pongo una cervecita por darle luz a mis geranios!", les grita al verlos pasar. Eran ya demasiados meses esperando.

Fernando, jubilado que se para a ver las obras con la barra de pan bajo el brazo, comenta la jugada como un analista político. "Yo leí que el derribo era inmediato. Que lo aprobó Gómez de Celis [el delegado de Urbanismo] hace dos semanas o así. Ha dicho que el solar va a volver a ser como era.

Pues que sepa que lo vamos a vigilar", avisa solemne. Su compañero de paseo, Juan Manuel, es menos optimista, porque teme que, una vez que tiren el Nueva Galería, en su lugar se erija otro bloque, "si no tan cerca, un metro más allá". "Ahora los más afortunados lo tienen a cinco o seis metros. Se levante lo que se levante aquí estará a la misma distancia, a menos que le pongan un jardincito o algo delante.

Los vecinos no lo consentiremos, porque ya hemos sufrido casi sin poder respirar, sin sol, sin alegría", insiste. Cuando se le comenta que el Ayuntamiento de Sevilla estudia levantar en ese suelo bien un centro de adultos, bien una biblioteca o un centro de internet (dependiendo del espacio final), resopla y mira muy fijo: "Si eso pasa es que los políticos se han hecho humanos, y me parece que eso no va a pasar...".

Cruz vive algo más lejos del bloque y, aunque reconoce que "tiene que angustiar" tener un edificio tan cerca de casa, lo que más la tranquiliza del derribo recién iniciado es que "se acabará el foco de delincuencia que tenemos aquí". Esta joven vecina, que trabaja de noche y tiene que cruzar por la plaza cuando se ha ido el sol, asegura que los grupos "de canis y de porretas" son inquilinos fijos del edificio, donde encuentran dónde sentarse.

Dice Cruz que hacen algunas fogatas, que ensucian la calle. Recuerda que antes del verano también se refugiaron allí algunas familias rumanas, procedentes del desalojo de un campamento cercano. "Por unas cosas o por otras, ese bloque es un problema y que lo tiren es lo mejor que nos podían contar", resume.

Después de que los vecinos comenzaran a movilizarse contra el Nueva Galería el pasado enero, el Ayuntamiento ha tenido que reconocer finalmente que el edificio está "encajonado" y que estaba en situación irregular. Por el momento no ha trascendido el coste total que tendrá el derribo, aunque sí está garantizado que se terminará completamente antes de que finalice el año.

Ya es tiempo, dicen los residentes, teniendo en cuenta que la promesa de echar abajo el bloque databa de abril, cuando Urbanismo dijo que tiraría 800 o 900 metros de obra. Los primeros ladrillos machacados les hacen confiar en que ya no hay marcha atrás.

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