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Como camionero en el exilio

Jairo Valencia El Poeta nació en Colombia y trabaja de camionero en La Rinconada. Vino a España hace siete años como otros inmigrantes, pero su historia es diferente. Periodista de profesión, pidió asilo político huyendo de la muerte

el 15 sep 2009 / 00:51 h.

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Jairo Valencia El Poeta nació en Colombia y trabaja de camionero en La Rinconada. Vino a España hace siete años como otros inmigrantes, pero su historia es diferente. Periodista de profesión, pidió asilo político huyendo de la muerte tras denunciar la corrupción y los crímenes en su país.

El 26 de septiembre de 2001 empezó para este hombre, que pronto cumplirá 48 años, una nueva vida. Tras varios meses escondido en Bogotá acogido al programa de protección de periodistas y comunicadores sociales, la investigación abierta por el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) de Colombia determinó que era necesario que abandonara el país por el "nivel de riesgo" que corría su vida.

Con su novia y uno de sus hijos, de 14 años, llegó al Aeropuerto de Barajas (Madrid), donde permaneció dos días hasta que fue trasladado a un centro de acogida para inmigrantes en Sevilla en el que vivió hasta que España le concedió asilo político por su condición de exiliado.

Su historia comenzó en su Colombia natal -hoy es ya ciudadano español- cuando empezó a ejercer el periodismo, su gran pasión. Pese a que se especializó en deportes, El Poeta -como lo llaman los suyos- comenzó pronto a escribir artículos de opinión y a denunciar las injusticias en sus reportajes. Trabajó en los periódicos La Patria, El Vocero y El Ejemplar y en las emisoras RCN y Caracol. Pero fue el noticiero de mediodía que presentaba en la ciudad de Chinchiná, en el departamento de Caldas, el que le dio más popularidad en la profesión y también más problemas luego.

"Chinchiná es una de las ciudades más violentas del país", cuenta, y tras varios años trabajando en ella ya había logrado hacerse "más de un enemigo" entre las filas de sus políticos y también de la policía por denunciar los casos de corrupción "con nombres y apellidos".

Pero la pesadilla comenzó en el año 2000 -"un día de octubre o noviembre que no recuerdo"- cuando Carmenza Trujillo, presidenta de uno de los barrios con más delincuencia de Chinchiná, fue a verlo. "Me dijo que la bandas de sicarios quería pactar con la justicia para que ésta pusiera fin a los grupos de limpieza, ya que por entonces eran muchos los rumores de asesinatos selectivos por parte de la policía", cuenta desde su nuevo hogar.

No sin dudarlo, accedió a reunirse con Guillermo Restrepo, "de quien se decía era el jefe de una de las bandas", y que pretendía que él actuara de intermediario con las fuerzas de seguridad y las autoridades locales. Lo hizo, aunque antes denunció las muertes selectivas en su noticiero, "entre las que también había jóvenes inocentes". Pero el supuesto jefe de las bandas fue asesinado sólo unos días más tarde y el periodista y su familia empezaron a recibir amenazas de muerte.

En los meses siguientes hubo muchos muertos, incluida la presidenta de los barrios, y otros periodistas. "Una noche regresaba a casa y encontré a un chaval de 13 años que conocía del barrio y me dijo que estaba allí para matarme, pero decidió no hacerlo", narra. Sin embargo, este episodio fue la gota que colmó el vaso y al día siguiente denunció el caso en la fiscalía y empezó su huida hacia la "madre patria".

Una vez obtenido el asilo político en España, pasó por varios trabajos en un desguace y en una procesadora de patata, entre otros. Pero fue en La Rinconada donde encontró un lugar para vivir el resto de su exilio en el que ya nadie puede apagar la voz de El Poeta.

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