Lleva muchos años con él, y gracias a él lo ha conseguido todo. La fama, el reconocimiento, el dinero, los grandes títulos, el atractivo, el glamour, el encanto, todo. Gracias a él se convirtió en lo que nunca había sido antes. Pero un buen día apareció otro. Quizás no luciera su porte ni su osadía, quizás fuera más común, más tradicional, menos chisposo y más encasillado, pero con él empezó a encontrar lo que el paso de los años había gastado y deteriorado hasta ponerlo en duda.
El Sevilla ya no es fiel a su guía, ya no es fiel a su sistema y ha encontrado otro que le responde igual o mejor en muchas circunstancias. Antonio Álvarez ha escuchado el Corazón loco de su tocayo Machín y está dispuesto a acoger dos sistemas a la vez, y sin estar loco. El 4-4-2 no es indiscutible y ese 4-5-1 que amarra el centro del campo, que proporciona confianza y comodidad a la defensa y que igualmente deja libertad a las alas resulta tan válido como el ofensivo por excelencia.
Pero ahora el Sevilla no debe equivocarse. Si se aferra a esa nueva alternativa que aparece como la panacea, la medicina que cura todos los males y que de repente resulta más beneficioso que el anterior se equivocaría. Lo que intenta hacer Antonio Álvarez no es sencillo. Intentar convivir con dos maneras de ver el fútbol, lo que para Machín el amor. Hacer convivir al atractivo, al histórico, al reconocido, con el otro amante, más tapado, menos brillante, pero efectivo.
De momento, ya se sabe, esa infidelidad es mejor mantenerla fuera de casa, que es donde mejor responde el Sevilla, en Valencia y en Málaga. Esta relación alternativa está bien enfocada y pocos detalles necesita. El problema es cómo mantener viva la llama del 4-4-2. Sobre todo cuando los que se deben erigir en sus máximos defensores o están lesionados o no dan la talla. Pero para eso está Antonio Álvarez, para mostrar su autoridad y llevar las riendas del Sevilla. Y sin estar loco.