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Cofradías

Cómodos en Sol a los diez años del exilio de Santa Catalina

Una lenta revirá marca el inicio de la estación de penitencia en Los Terceros. Ante el calor, escasean las mantillas y el público sufre por los costaleros.

el 17 abr 2014 / 20:00 h.

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Hermandad de La Exaltación. / Foto: J.M.Paisano. Hermandad de La Exaltación. / Foto: J.M.Paisano. «La cofradía se llama la Exaltación, pero se le dice los Caballos porque lleva unos caballos en el paso... que es espectacular, es precioso», explican entre el público a diez minutos de que se abran las puertas de la Iglesia de Los Terceros, donde la hermandad de Santa Catalina se exilió, en junio hará diez años, cuando su templo fue cerrado a toda prisa porque parecía que se iba a caer de un momento a otro. Casi una década después, la mudanza a la calle Sol ya no es la tarjeta de presentación de una cofradía que se ha hecho a su nuevo templo, y que lo agradece, como demuestra la dedicatoria de la primera levantá del palio: «Por la hermandad de la Sagrada Cena, que no se puede portar mejor con nosotros desde que llegamos aquí el primer día», pide el capataz, justo antes de que la Virgen de las Lágrimas cruce el dintel. La tarde es calurosa y las mantillas escasean, salvo la de una joven que, plantada justo enfrente de la puerta, no deja de abanicarse con la mano, enguantada en encaje. Los balcones, en cambio, están llenos cuando se abren las puertas y asoma una cruz de guía que, mala suerte, choca con una hoja de la puerta y pierde dos atributos, entre ellos el martillo. Con una levantá dedicada «a Alicia, la mujer de Juanma», la esposa enferma de un costalero de la cuadrilla, el imponente paso se acerca casi sin movimiento, cruza el dintel y empieza, con la revirá, la verdadera procesión. Con Costaleros de la Exaltación, la Banda del Sol anima a los encargados de coger la esquina con una vuelta lenta, que permite apreciar la perspectiva de las cartelas policromadas, el contraste entre el dorado del paso y los claveles rojos entreverados de flores de cera, la cantidad de figuras del misterio... en la parte más potente y sonora de la marcha, con el paso más lento de los costaleros, acaba la revirá y una música suave lleva el misterio de la Exaltación hasta su primera parada. Desde el exterior puede verse ya, al fondo, la candelería encendida de la Virgen de las Lágrimas, aún entre las sombras. El intermedio son niños y niños, nazarenitos y monaguillos, que van saliendo guiados por sus padres, a veces casi teledirigidos, sujetos por el antifaz para empujarlo sin distracciones hacia el recorrido. Un chiquillo que apenas levanta del suelo va de costalero, con un lema en la sudadera: Rubito costalerito. «Dale una piruleta a mi niño», pide una señora. Manuel, de dos años y medio, y Sergio, de cinco, se mezclan entre la chavalería buscando caramelos y estampitas –más caramelos que estampitas–, incansables. «Me han salido capillitas», dice José Manuel López, hermano de la cofradía desde hace 22 años. Es el primero que no sale, y viene a verla desde la calle con su mujer, Maleni Peña, y los dos críos. Tampoco para él el exilio de su templo es ya noticia. A pesar de que la primera parte de las obras de restauración de Santa Catalina acaben de comenzar, José Manuel no confía en que la primera salida de sus hijos como nazarenos vaya a ser desde allí: «A aquello le queda todavía....». Asoma el palio iluminado, mientras la banda de Arahal espera en la calle, instrumentos en el suelo. Llama Abel Moreno, cuya marcha Reina de Santa Catalina será la primera que meza el palio. El calor es agobiante: «Ay, los costaleros hoy...» se oye entre la gente. El capataz deja caer mientras manda a sus hombres, como sin querer: «Este año mi madre no me va a escuchar desde el sofá pero me va a ver desde el cielo». Y el palio, cuajado de rosas y orquídeas blancas, se enciende con el sol. Una petalada se queda flotando en la primera brisa de la tarde.

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