Elena Luque, directora de Alminar, en las oficinas de la empresa, en la calle Faustino Álvarez. / José Luis Montero Fue terminar la carrera de Historia y embarcarse en un proyecto empresarial sin experiencia previa. Elena Luque (Sevilla, 1976) aspiraba a que su salida natural pasara por la universidad, pero ésta «me decepcionó muchísimo» y decidió buscarse la vida por su cuenta. Vayan ahí un par de consejos: formarse antes en el ámbito empresarial, no depender de la administración y reinventarse continuamente. ¿Quién está detrás de Alminar? Alminar es una empresa que vincula el ocio y la cultura en todas sus actividades. Hay dos socios detrás, yo que soy licenciada en Historia y mi socio, que es de Turismo. ¿La chispa que enciende la idea? Alminar comienza vinculando, a través de viajes y rutas, el sur de España y Portugal con el norte de África, porque hay muchísimos vínculos históricos y culturales. Ofrecíamos viajes específicos que combinaban Andalucía, el Algarve y Marruecos. ¿Cuál era el panorama del sector cuando arranca el proyecto? Ahora mismo las empresas de gestión cultural están a la orden del día, pero en el año 2000, cuando empezamos, me acuerdo de que cuando íbamos a una administración y decíamos que éramos una empresa, se nos miraba mal porque todo ese tipo de cuestiones las llevaban asociaciones, pero no había empresas. No había una profesionalización del sector. ¿Los primeros servicios? Organizábamos viajes muy específicos de personas que buscaban conocer la cultura, tradiciones, hablar con algún periodista o tener una actividad muy concreta. Lo hacíamos con universidades americanas que tenían programas de estudio en España. En 2001 llega el 11-S y se nos cae el modelo de negocio porque se recomienda no viajar a países árabes. Así que, gracias a los contactos que habíamos establecido con artistas, nos dirigimos a las administraciones andaluzas a ofrecerles este tipo de servicios. Montamos conciertos, simposiums, exposiciones, talleres... Y empezamos a diversificar y a vincular las artes escénicas. Nuestro objetivo ha sido siempre la divulgación. ¿Cuáles se demandan más? Ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Al principio, traer artistas de fuera fue nuestro fuerte, después el tema de formación con cursos y talleres, las visitas didácticas y rutas nos han funcionado muy bien. Desde 2007 para acá hemos hecho musealizaciones como el centro de interpretación de Guillena, Cañada Rosal, El Real de la Jara... ¿Qué momento atraviesa Sevilla en gestión cultural? Un momento muy complicado por una sencilla razón, porque en buena medida, sobre todo si hablamos de proyectos de cierta envergadura, el principal cliente era la administración pública. Y de unos años para acá está para cualquier cosa menos para gastar dinero. ¿El ciudadano está dispuesto a pagar? Desde hace tres años tenemos un programa en verano que es Sevilla bajo las estrellas. Son rutas nocturnas y tienen bastante aceptación. ¿Cómo han respondido a la crisis? Potenciando actividades como cursos y rutas dirigidas al público directamente y así no dependes de una administración pública. También nos hemos especializado en los centros de interpretación y musealizaciones, donde al tener un equipo propio de producción, somos bastante competitivos. ¿Es muy complicado innovar en un sector como éste? Hay que innovar, siempre se puede innovar. Lo complicado es que para hacerlo tienes que aplicar el ingenio y contar con recursos económicos. Nuestra manera de innovar ha sido creando una nueva empresa con un nuevo producto vinculado el ocio y la cultura a las nuevas tecnologías. ¿Cómo surge esa idea? En las rutas lo que intentas es explicar de dónde venía y cómo era aquello que estás viendo. La idea de Past View nace de decir ¿y si no me lo tuvieran que explicar? ¿Y si yo lo pudiera ver? Pues vamos a ver si con la tecnología que hay hoy podemos conseguir que cuando vaya por la calle nadie me tenga que explicar cómo era, sino que yo lo pueda ver. ¿Cuánto tiempo lleva funcionando? ¿Qué sorprende de esta mirada al pasado? Un año y medio y el balance es muy positivo. Lo primero que les sorprende es que es pionero a nivel mundial. Es un producto turístico pero también cultural, con lo que lo consume mucho la población local. Por muchas rutas que han hecho o por mucho que hayan leído, jamás se podían imaginar hasta que lo han visto cómo era realmente. El aporte de la imagen es uno de los avances más importantes junto al hecho de poderlo llevar a la calle. Sin gafas estás en el siglo XXI y te las pones y estás en el siglo XII. Hay un trabajo muy riguroso de investigación para recrear infográficamente cómo eran los espacios, nos informamos de quiénes eran los personajes, creamos guiones y una historia en la que te metes y de la que te sientes parte. El equipo es un smartphone o tablet y un visor o gafas. ¿Cómo afrontáis el futuro? Alminar va a estar vinculada a Past View porque es quien hace todo el trabajo de documentación y de producción de contenidos y vamos a seguir apostando por los cursos y las rutas para el público directo, y por la musealización. Vivimos una fiebre del emprendimiento. ¿Qué consejos da con lo aprendido de la experiencia? Esa fiebre del emprendimiento tiene una parte buena porque desde nuestro punto de vista el futuro está en el autoempleo. A la gente hay que animarla a que crea en sus ideas, pero que se aseguren de que tienen un planteamiento correcto y se dejen asesorar. Que tengan muy en cuenta que va a suponer un esfuerzo enorme a nivel económico y personal, pero también una de las mayores satisfacciones. A veces diseñamos productos que nos gustan a nosotros pero eso no sirve, es para que el cliente te lo compre. Como idea puede estar muy bien, pero como empresa es lamentable. Hay que conocer las necesidades del cliente antes de iniciar una estrategia empresarial. ¿Y aquí son? Tienes que ser original porque todos tenemos acceso a la tecnología y con internet nos consideramos expertos en casi todo. Vivimos en una sociedad muy estresante, en la que se pasa poco tiempo con los hijos y se tienen que buscar actividades que aglutinen a la familia, que además de originales y buenas, sean económicas. Y con esos ingredientes, sacar la varita mágica.