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Con la cabeza bien alta, y acompañado

Los shows que se montan en la puerta de los Juzgados españoles no tienen comparación, superando cualquier espectáculo que pudiéramos imaginar. Las cámaras y los periodistas han dejado las puertas de Cantora y el telefonillo de la Obregón, y esperan...

el 16 sep 2009 / 03:08 h.

Los shows que se montan en la puerta de los Juzgados españoles no tienen comparación, superando cualquier espectáculo que pudiéramos imaginar. Las cámaras y los periodistas han dejado las puertas de Cantora y el telefonillo de la Obregón, y esperan el Prado a lo que pase. El tipo aquel de los tiempos del Arny, que se vestía de Ninja y hacía el ganso, hoy nos parecería un soso. La entrada de los delincuentes de renombre, embozados, esposados y escoltados, corriendo con la cabeza gacha y haciendo correr al pobre guardia custodio es una escena común de nuestros telediarios. Las familias de barrios marginales la montan cuando se juzga la última redada o la antepenúltima reyerta. ¿De dónde sale tanto coche con los cristales tintados? Por la calle no se ven, deben ser ediciones especiales para salir de los juzgados.

Los políticos han dejado el listón demasiado alto para que los particulares puedan aspirar a dar la nota. Cuando les toca, y cada vez parece que les toca más veces, tienen sus propios ritos. Van sonrientes, arropados, con los fieles en prietas filas y pasando lista. Con actos de adhesión el día de antes y el de después. Con golpes de pecho por su respeto a la justicia, y con la cara de que todo aquello le trae al fresco. Hay quien va a la cita con la Justicia con una honra digna de mejores causas. Los ves, y ves la actitud del patriota italiano que va a dar el discurso irredentismo antes de que lo fusilen los austriacos. O la del resistente que cae en manos del invasor. O la del anarquista que va a ser aplastado por el Estado, y marcha contento a su destino. O la de los protagonistas de Quo Vadis? al final de la película. Pero luego te enteras y ves que los acusan de fraude, de cohecho, de prevaricación. De cosas miserables y mezquinas. Ni una cabeza baja; ni una expresión modesta; ni un atisbo de estar pasando un mal rato. Seguridad y sonrisas, riéndose de la situación, y despreciando a la justicia. Como buenos profesionales, de la política y del espectáculo. Porque actúan y dan espectáculo, vaya que sí. Dicen que quieren construir una ciudad de la Justicia y un botellódromo, no muy lejos el uno del otro. Vista a lo que estamos llegando, podríamos fusionar los proyectos, y ahorrarnos una pasta. Diversión y juzgados, todo junto. Como ahora.

Catedrático de Derecho del Trabajo

miguelrpr@ono.com

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