Desde ayer le pueden llamar el todopoderoso Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951). La última remodelación del Gobierno ha convertido a este químico y atleta en su juventud, que lleva 36 años militando en el PSOE, en la persona que más cargos de importancia ha tenido a la vez durante nuestra democracia. Su especialidad eran los 100 metros lisos pero en política está desarrollando una intensa carrera de fondo.
El ministro del Interior que ha logrado descabezar a ETA una y otra vez y que está tocando con la yema de los dedos el fin del terrorismo en nuestro país es también, desde ayer, vicepresidente primero del Gobierno y ministro Portavoz. Ahí es nada. ¿Es o no todopoderoso? Zapatero confía en él más que en nadie. Es el báculo en el que se apoyará para las cerradas curvas y el puerto de primera categoría que debe subir este Gobierno cuya cima, de momento, ni se ve, ni se vislumbra. De momento, lo único que se otea al mirar hacia arriba son nubarrones que amenazan una tormenta de las gordas.
Rubalcaba deberá a partir de ahora, además de continuar con la lucha antiterrorista entre ceja y ceja y de disminuir año tras año los muertos en la carretera, ser aún más recio y consistente para ser la mano derecha y fiel escudero de un presidente del Gobierno en sus horas más bajas y para saber explicar después de cada Consejo de Ministros de los viernes las decisiones tomadas. Porque muchas de las medidas anticrisis de este Ejecutivo por muy buenas que fueran en el fondo han fallado claramente en las formas. No se han sabido transmitir a los ciudadanos, principales afectados y benefactores de cualquier decisión gubernamental, y han tenido el efecto contrario que se buscaba: las críticas al Gobierno han ido a más. Por esto, Zapatero respirará más tranquilo cuando Rubalcaba se siente ante la prensa -mediadora ante la opinión pública- para informar de las decisiones del Consejo de Ministros. "Explica las cosas muy bien", ha dicho Zapatero en alguna ocasión de Rubalcaba. Incluso mejor que él.
El ascenso del nuevo vicepresidente primero, aunque él insista en que es un político que ya está de vuelta, también atiende a su tirón popular, punto clave grabado a fuego en el manual del buen político. Las encuestas están ahí y el Partido Popular sigue con una buena ventaja de cara a las generales de 2012, pese a que Zapatero dijera el pasado domingo en Ponferrada (León) que piensa darle la vuelta a las encuestas en los dos años que restan para la cita con las urnas aunque no revelara si esta crisis le ha pasado factura de verdad y optará por no presentarse al que sería su tercer mandado como presidente. Hay quien dice que buena parte de esta decisión la tomará su mujer, Sonsoles Espinosa.
Con lo cual, el mensaje que manda el presidente Zapatero es claro: si yo me voy, aquí os presento a mi sucesor al que le concedo ya casi todos los galones, aunque por ahora lo niegue. A día de hoy, Rubalcaba es el político más apreciado por los ciudadanos de todo el Consejo de Ministros. Se lo ha ganado y no le ha resultado fácil. Su verbo pausado, discreto, conciso, moderado en su tono y siempre elegante en sus formas aunque también lanza dardos rebosantes de veneno que le pueden seguir aupando ante los ciudadanos como un hombre cabal y con gran capacidad de liderazgo, que al fin y al cabo es lo que hace falta para ganar unas elecciones. De esto, Rubalcaba no dice ni mú. Aún no se ve con la muletilla de presidente Rubalcaba, "sólo si fuera en el Real Madrid", ha bromeado en alguna que otra ocasión.
Sea o no sea candidato, su carácter dialogante y conciliador también tendrá que explotarlo desde ya. Los apoyos parlamentarios del Gobierno son escasos, muy a cuentagotas, y deberá seguir mimando al PNV. Los nacionalistas vascos se han convertido en el grupo parlamentario preferente del Gobierno. Han salvado a Zapatero de una bola de partido con su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado aunque para ello se haya ninguneado al lehendakari Patxi López (PSOE), aunque éste diga que el acuerdo es bueno para los vascos, que lo es. Zapatero también encomendó a Rubalcaba, consciente de que es uno de los grandes estrategas de la política española, que negociara la tregua de ETA nada más llegar al poder. Antes, también fue el interlocutor de los socialistas con el Gobierno de José María Aznar durante la tregua de 1998.
Para sus nuevas tareas ha conseguido que le acompañe en el camino el donostiarra Ramón Jáuregui como ministro de Presidencia -ha sido una concesión de Zapatero con él y con la vieja guardia socialista-, otro experto en lucha antiterrorista. Con él podrá seguir trazando la hoja de ruta para terminar con todos los etarras en prisión. Le queda mucho trabajo por delante y enormes responsabilidades, quizás demasiadas para una sola persona. Pero Rubalcaba es, desde ayer, el todopoderoso.