Los más románticos creen que gracias a Se llama copla, espacio que con tanto laurel ha emitido La Nuestra, la canción andaluza se va a volver a poner de actualidad. Si Pive Amador es el gran especialista que parece ser en el arte de Quintero, León y Quiroga, es más que probable que esto suceda, aunque tengamos dudas de que las figuras de la copla vayan reinar nuevamente en el teatro. No es porque no haya nuevos valores, que los hay de una calidad irrebatible. Sencillamente porque es un género musical que se resiste a mudar la piel.
Son las grandes figuras, las pocas que quedan, las primeras que pararon el reloj de la evolución cuando la palmó el Niño del Ferrol. Las que viven se han sepultado vivas en sus criptas particulares envueltas en sus floridos mantones con la creencia de que se van a reencarnar en ellas mismas. Otras se consideran inmortales y no creen en la reencarnación; sólo en la perennidad pero como algo privativo, como un milagro que sólo les puede ocurrir a ellas.
En España te pueden arruinar la vida por mirar mal a un lince ibérico, pero están a salvo quienes hablan desdeñosamente de la copla porque eso es señal inequívoca de que han evolucionado y de que han cambiado a Miguel de Molina por Alejandro Sanz. Es el esnobismo.
La copla comenzó a morir porque había que acabar con todo lo que recordara al franquismo. ¿Por qué grandes figuras del género como Gracia Montes o Marifé de Triana no han recibido aún la Medalla de Andalucía, que la tiene hasta David Bisbal? Por el mismo motivo por el que no se inauguran nuevos pantanos, la televisión no nos muestra a los ministros de izquierda cazando jabalíes en los cotos de los fachas o Gracia Montes lleva cuatro años esperando que el alcalde de Sevilla le conteste a una carta que le envió pidiéndole que vuelvan a celebrarse las añoradas galas de la copla en el Lope de Vega.
Se llama copla es un éxito y regresará en septiembre. Pero este género se acabará de morir si desde las instituciones públicas andaluzas no apoyan a la nueva hornada de artistas que tienen calidad para salvarlo.
Me duele la copla porque siempre voy con una de más. Espero que la DGT no me quite algún día los puntos.
