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Cultura

Concierto para ladrillo

El de Domecq es el único pabellón comercial que queda en pie de todos cuantos se hicieron con ocasión de la muestra. Con el tiempo albergó un centro meteorológico y hoy es la vetusta pero hermosa sede de las Juventudes Musicales.

el 09 jun 2014 / 22:04 h.

Imagen Imagen 1-Pabellones025 copiaraLa mayoría de los sevillanos lo recordarán como el antiguo centro zonal del Instituto Nacional de Meteorología, lo que ahora es la Aemet. Tampoco es que se hayan mudado a un edificio mucho más interesante ni en hechuras ni en dimensiones, allá por la Cartuja, pero el caso es que en 1998 se marcharon de allí los geógrafos, dejando como una estampa para el recuerdo la de la placa que identificaba el edificio, según se entraba al Parque de María Luisa por la Glorieta de Covadonga, frente al barrio del Porvenir. Alguien pensará que un edificio nacido como Pabellón de Domecq en la Exposición Iberoamericana de 1929 poco tiene que ver con las isobaras y las borrascas, al menos mientras se beba moderadamente. Pero más raro era el uso que tenía antes de eso el inmueble: sede de la sección femenina de la Falange Española de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista). La celebérrima sección femenina, esa que resumía lo que debía ser el ideal de mujer de la España franquista. Hoy, tantos años después de todo aquello, la verdad es que lo primero que uno piensa al entrar allí es en lo antiguo que es todo y, más aún, en lo antiguo que parece todo. Los demás pabellones son igual de antiguos que este, más o menos, pero no ofrecen esa imagen vetusta que la actual sede de las Juventudes Musicales dispara con toda la melancolía posible a los ojos del que llega allí. Se podría concretar el porqué de esta impresión en la tapicería antiquísima de los sillones rojos, como de viejo cine, con los bordes desflecados y el tejido raído ya de tanto uso. O en las teclas en costanilla de uno de los viejos pianos que adornan, tras la partitura de la Mazurka para Piano de Manuel de Falla, una de las estancias del caserón. O en la perspectiva del coqueto pero salón de conciertos, al que sin duda le falta, si es que no lo tiene, el espíritu de una soprano aclarándose la voz a un costado del piano de cola que preside el lugar. O en la pila de papeles, carpetas y libros que avejentan la imagen del despacho del director, con su campanilla, su busto de bronce, su bandera, su cenicero de cerámica y su silla franciscana. O en las viejas flores de plástico que parecen chuchurridas, de polvorientas, en un rincón del vestíbulo, sobre una mesita de camilla que hace de rinconera. Es todo. Todo cuanto hay, desde los portones hasta las llaves de la luz, habla de años; piensa y siente hacia atrás. Si en el Pabellón de Perú se gozaba del alegre presente y en el Casino de la Exposición se ha llegado a rozar el futuro por momentos, aquí no hay otra cosa que hacer que espantar el pasado a manotazos. Lo cual tiene mucho de emocionante para el sevillano, al menos para el de cierta edad. Por fuera, el edificio es una belleza. Lo hizo Aurelio Gómez Milán en un indudable homenaje a Aníbal González. Y por dentro, fascinan los paneles cerámicos de la fábrica de Nuestra Señora de las Nieves pintados por uno de los más grandes artistas de la azulejería trianera, Hohenleiter, con paisajes y escenas de raigambre andaluza. No podía ser menos, pagando Domecq: el trabajo del campo, la vendimia, los caballos... he ahí los motivos de estos trabajos finos que reciben al paisano nada más subir los peldaños de la escalinata. Imagen Imagen 1-Pabellones023 copiara Junto a la Glorieta de Covadonga se alza este pequeño pero espléndido pabellón que hoy es una caja de música. / Fotos: Pepo Herrera Entrando a la izquierda se encuentra la recepción; allí le acuñan a uno el pasaporte, o bien le entregan uno nuevo si es que no lo tiene. Se trata, como saben los ya iniciados, de un cuadernillo pequeñito de color naranja hecho para que los participantes en esta ruta municipal de puertas abiertas por algunos de los pabellones del 29 tengan ese entretenimiento. E incluso un regalo, porque luego se sortean entradas para el Lope de Vega entre quienes lo completen. También se puede obtener allí el interesante folleto que explica, con textos de Juan José Cabrero Nieves e imágenes de la Asociación Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano, cómo fue aquello y qué cambios se le hicieron con los años. Cómo se presentó allí el 12 de octubre de 1929 el vino llamado La Raza, y cómo inauguraron el recinto los reyes y el general Primo de Rivera. Pero por encima de todo, las paredes hablan. Ser capaz de oírlas es toda una experiencia. Imagen Imagen 1-Pabellones020 copiara

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