Gramatical se entiende. Hasta ahora todo lo que hemos escuchado o visto sobre la recesión, desaceleración o crisis ha sido en primera persona del plural. Estamos en crisis económica, dicen, es decir, todos. Sin embargo, los datos, al menos me reconocerán que desconciertan al más pintado. Se acaban de conocer los resultados económicos de bancos como el Santander o el BBVA, con cifras de beneficios cercanos al 20%. De media, la gran banca española va a tener unos beneficios este año en torno al 19%.
Desde que empezó la alarma, el epicentro del problema se identificó en la crisis bancaria, debido a las hipotecas basura, lo cual devino en crisis financiera y ésta golpeó de gracia a un ya finisecular sector de la construcción agostado por tanta depredación y tanto especulador espontáneo, con la complicidad de unas administraciones complacientes cuando no cómplices. Aun así, los bancos centrales se vuelcan en inyectar dinero fresco al sistema, los estados salvan a los bancos en peligro -premiándolos por su mala gestión y aventurerismo-; se salva y se salva a los mentores y popes de neoliberalismo con el dinero del ahorro público, cuando ellos no han parado de equivocarse, además de extraernos las entrañas con señuelos y seducciones fatales.
De escandaloso puede denominarse el aumento estratosférico de sueldos y emolumentos de consejeros y otros mandamases de las grandes corporaciones -cagándose al unísono en la cacareada responsabilidad social corporativa-. Mientras, se pide contención salarial, convenios duros y a la par más consumo. Zaplana cambia el tiempo de verbo (sería curioso rescatar una cinta con cuántas veces pregonó en campaña estamos en crisis), y con un millón de euros al año -no sé cuánto Taguas- bien podrían decir ahora: yo me salvo -como muchos de sus compañeros de retiro obrero- ustedes sí que están en crisis, es decir, los de siempre, los trabajadores.
