Cultura

"Conmover en diez líneas es más difícil que hacer reír"

el 10 sep 2011 / 20:33 h.

José Antonio Viera, Juan Espadas y José Antonio Griñán tendrán un protagonismo destacado en esta conferencia.
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La gran dama de la microficción en español, la argentina Ana María Shua (Buenos Aires, 1951) ha visitado reciente España con motivo de la publicación en Páginas de Espuma de Fenómenos de circo, su último y espléndido libro.

-Después de 30 años cultivando el microrrelato, ¿no le irrita un poco que sea ahora cuando el género se ponga de moda?

-¡No! [risas] Me da mucha alegría este inesperado auge. Aunque no habría estado mal que hubiera empezado un poco antes, cuando empecé en el 76.

-Hoy todo el mundo se siente capacitado para escribir microrrelatos. ¿Eso juega a favor del género, o le perjudica?

-Creo que lo más positivo de eso es que todas estas personas se convierten, como mínimo, en lectores. Por lo demás, cualquier género breve atrae a muchos subescritores, pero eso no es ninguna novedad: ha pasado siempre y en todas partes. ¿No son los malos poetas lo que más abunda en el mundo? En la sobrepoblación de microrrelatistas sólo veo un peligro: que los lectores potenciales crean que un buen microrrelato es cualquier cosa de las que se escriben por ahí.

-¿Reconoce usted el parentesco que muchos encuentran entre el microrrelato y el SMS o los mensajes de twitter?

-No encuentro parecido, más bien son formatos que pueden utilizarse para el microrrelato, como antes se usaba el boletín meteorológico, la fe de erratas, el clásico telegrama... ¡O las esquelas de otras épocas! Que todo esto se convierta en un microrrelato, depende sólo del talento del autor. Hace tiempo estuve como jurado en un concurso de cuentos de una extensión máxima de 140 caracteres, lo que permite un SMS... Se presentaron 42.000 textos, seleccionaron para el jurado los mejores 7.000, y vimos que unos 300 textos tenían mucha calidad.

-Siempre que se propone un canon de escritores hispanos, se escribe a los microrrelatistas, a lo sumo se menciona a Monterroso. ¿Qué nombres sería justo reivindicar?

-Bueno, nuestro idioma tiene en el campo del microrrelato a un grande, [Jorge Luis] Borges. De hecho, Borges y [Adolfo] Bioy Casares fueron los primeros en publicar una antología del género, Cuentos breves y extraordinarios. Otro imprescindible fue [Juan José] Arreola, en México. Pero la lista podría ser muy larga. Por lo general, los mejores microrrelatistas han sido sobre todo grandes escritores, sin más.

-Ha escrito un libro íntegramente inspirado en el circo como "microcosmos de la condición humana". Pero también se trata de un espacio donde lo real y lo fantástico se confunden, ¿no?

-Claro que sí. Y creo que se debe a que el presente del circo es para los adultos, sobre todo, recuerdo. Se produce una confusión muy sugerente.

-Algunas de sus historias sacan una sonrisa, otros un escalofrío, ¿Qué es más difícil?

-Para mí, lo más fácil es provocar la risa y la sonrisa. Conmover en cinco o diez líneas, crear un desasosiego, es lo más difícil. Quizá tiene que ver con el hecho de que mi personalidad tiende al humor, me sale naturalmente. A veces tengo incluso que imponerme escribir sin humor.

-Se corre el riesgo de confundir el microrrelato con el chiste, con la ocurrencia...

-Todos son países limítrofes. El microcuento limita con el cuento tradicional, con el chiste, con la poesía, y con ese enorme país que es el aforismo, el pensamiento, la sentencia moral. A la minificción le gusta vivir en la frontera. A veces me preguntan cómo diferenciar a unos de otros, y yo digo: "Si parece un aforismo, es muy probable que sea un aforismo..."

-La manía de etiquetar.

-Exacto. Qué más da saber si es Paraguay, Colombia o Brasil, si todo es el Amazonas.

-¿Una novela de Ana María Shua de 800 páginas es algo inconcebible?

-Escribo lo que me gusta leer, y no me gustan las cosas largas. Pero tengo cinco novelas publicadas, la última de 2007, y no me aparto del género.

-En su libro, interpela al lector y le pregunta: "¿Qué haría por un aplauso?". Le reboto la pregunta...

-Depende de un aplauso de quién. No es lo mismo si aplaude el necio, o el sabio. Por el aplauso de un necio, no haría nada. Y por el del sabio cualquier cosa, porque sé que no me pediría nada malo ni vergonzoso.

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