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Contable de día y poeta de noche

Nadie en Utrera, salvo Manolo Peña Narváez, que conservaba el manuscrito como oro en paño, sabía del texto de ese poeta que firmaba con el exótico seudónimo de Florisel de Góvela en algunas de las principales revistas literarias de la época, como Ensayos, en Madrid, Ánfora, en Jerez de la Frontera (Cádiz), u Orientación, en Sevilla, pero que cada mañana acudía solícito a su puesto de administrativo en las oficinas de Agroaceitunera con su nombre: Francisco González Ramírez.

el 23 feb 2011 / 19:19 h.

Nadie en Utrera, salvo Manolo Peña Narváez, que conservaba el manuscrito como oro en paño, sabía del texto de ese poeta que firmaba con el exótico seudónimo de Florisel de Góvela en algunas de las principales revistas literarias de la época, como Ensayos, en Madrid, Ánfora, en Jerez de la Frontera (Cádiz), u Orientación, en Sevilla, pero que cada mañana acudía solícito a su puesto de administrativo en las oficinas de Agroaceitunera con su nombre: Francisco González Ramírez.

El poemario se titula Cíngulo morado y acaba de ser editado por la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, a cuyo secretario a mediados del siglo pasado, Manuel Álvarez Núñez, está dedicado. Se da la circunstancia de que este hombre es el tío de Enrique Álvarez Marchena, dueño de Utrerana de Ediciones, que pone en la calle los 500 ejemplares. Los 2.500 euros que se recauden de su venta irán íntegros para la bolsa de caridad de la Hermandad. “No era lógico que una obra que fue compuesta desde el amor tuviera, tanto tiempo después, otro destino que no fuera la caridad”, expresa el hermano mayor, Javier León. Precisamente, la obra se publica con motivo del 425 aniversario de la fundación de la cofradía.

Hubo algún testigo en el acto de presentación del poemario que recordaba verlo contando sílabas con los dedos, obsesionado por la cadencia métrica en esa otra tarea suya de todas los crepúsculos en su retiro de la calle Abades, donde se transformaba. Pero casi nadie identificaba al administrativo de Agroceitunera con el Florisel de Góvela que se carteaba con grandes de la Generación del 27 como Dámaso Alonso o que en 1960 publicó el poemario más famoso a la Virgen de Consolación, Trovas y plegarias, con prólogo de José María Pemán.

Los versos transportan al lector desde el Gólgota de Jerusalén hasta las calles de Utrera a cuya blanca cal de las paredes es capaz de acharar el guapo nazareno, al que le canta saetas una gitana. La leyenda de Florisel de Góvela en Utrera cuenta que precisamente una gitana era su musa, con quien convivió platónicamente después de un fracasado matrimonio anterior que sólo le duró una madrugada.

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