Jesús Quintero en la Casa de la Provincia.
Negro, negruzco, oscuro... «La televisión basura ha generado una publicidad basura y una sociedad basura», dijo ayer el periodista Jesús Quintero en la Casa de la Provincia. El dibujo que esbozó en su conferencia Los medios de comunicación como producto de consumo no ofreció espacio al optimismo. Su charla se enmarcó en las actividades organizadas por la Asociación de Usuarios de Servicios Financieros Ausbanc con motivo del Día Mundial del Consumo que se celebrará el próximo sábado día 15.
Quintero, fiel a sí mismo e insobornable en su militancia en los márgenes, realizó una intervención llena de silencios cómplices y planificadas carcajadas en respuesta a las múltiples anécdotas que esparció entresacadas de sus 10.000 horas de vuelo televisivo. «Es muy duro reconocer el fracaso de la palabra en la sociedad moderna... porque yo he consagrado mi vida a ella», comenzó diciendo. Su discurso, cenizo y terroríficamente demoledor, no dio tregua a la esperanza. «Cuando llega la primavera y al andaluz le da el sol en la cabeza se vuelve loco: cachondeo a tope las 24 horas». «Vamos a la deriva, mi tierra siempre va a la deriva. Y nunca ha tratado bien a sus hijos ilustres: a Cernuda, a Juan Ramón, a Bécquer, a Lorca, que lo mataron. Que la tierra que más talentos ha aportado al mundo sea la que tiene el número mayor de analfabetos es terrible», sentenció.
Su amor a Andalucía se entrecruza en Quintero con una visión intensamente crítica, que no lo es menos cuando aborda el perfil de su profesión:«Veo la comunicación en manos de mercaderes, hasta el telediario de mi amigo Pedro Piqueras se dedica a dar dos noticias, 40 sucesos y cada vez más notas de crónica del corazón», aseveró. Porque, a su juicio, «ya no hay voces propias en la comunicación.Orson Welles dijo hace muchos años que la radio es como una mina abandonada y yo diría hoy que la televisión es una mina saqueada, más que ningún otro medio».
El hilo de su palabra se quebró en ocasiones con inflexiones descorazonadoras. Acaso porque el periodista vuelve de todo o quizás por lo contrario, porque sus ganas no se han extinguido pero sí se han quebrado sus fuerzas. «Estoy en paro», dijo tras entrar en el salón de actos de la Casa de la Provincia con imagen de viejo rockero y el flamante y clásico micrófono dorado clavado en la mesa. A pesar de la retahíla de premios que el presentador del acto identificó en el currículum de Quintero, este se encuentra de brazos cruzados, buscando un plató, pero «es que Andalucía es así. No de otra manera».
«...Y aunque me tuviera que arrastrar por las calles jamás haré publicidad. Cuando veo a colegas míos vendiendo neveras... ¡ay!, se lamentó el responsable de programas históricos como El loco soy yo y El gatopardo, entre muchos otros. «Al final va a ser cierto que la televisión es eso que pasa entre publicidad y publicidad», continuó comentando en una conferencia que funcionó casi como un speech de negro humor atravesado por generosas paradas y fragmentos en vídeo de algunas de las intervenciones más excéntricas que ha protagonizado en la pantalla catódica.
«La gente no quiere programas como los míos, la gente lo que quiere es votar y ver programas de cocina. Y si encima los directores de los medios vienen de Iberia en vez de venir de la comunicación pues...», continuó con un tono trágico aún sin perder nunca la media sonrisa tallada que le caracteriza. «Una televisión debe cumplir una función social, debe ser útil y bella. Pero hoy no pasa nada de eso». Tal vez por ello consideró que espacios como Cuerda de presos o El loco de la colina tienen visos de ser irrepetibles. «Porque transmiten la verdad, igual que lo hacen todos esos vagamundos y perros verdes que he sentado ante mí, ellos no mienten como los políticos, son auténticos, y la autenticidad es otro rasgo distintivo de la buena comunicación».
Recogiendo después las preguntas del público, Quintero rememoró como uno de los momentos más irrepetibles que ha vivido su encuentro con La Pasionaria, que le rezó el Padre Nuestro en latín y le hizo sentirse «muy pequeñito». O cuando, gracias al permiso otorgado por el ministro de Justicia e Interior, Juan Manuel Belloch, pudo entrevistar a 140 presos «sin tener delante a ningún funcionario de prisiones». Por experiencias como aquellas son por las que el periodista suspira, anhelando quizás volver a tener oportunidad de repetir unas hazañas a la que es renuente la pantalla actual.
«Quiero ver una televisión capaz de hacer programas con contenidos de calidad, con música, con presentadores y atmósfera de calidad», concluyó. Y al final arrojó al mar un mensaje en una botella. «Quiero entrevistar a Emilio Botín, a Amancio Ortega, a Isidoro Álvarez... ellos tienen muy buenas palabras cuando hablan conmigo, pero no quieren ser entrevistados porque no se fían de las preguntas. En este país no ha consciencia de que un señor cuyas ganancias y servicios son públicos debe explicar con detalle y en primera persona qué es lo que hace y cómo lo hace. Una pena». Otra más.