No sé si le habrán dicho a Unai Emery que el Sevilla tiene esta temporada dos enemigos más. Para el partido de vuelta los de Nervión tendrán que verse las caras ante el Real Zaragoza en una hora en la que el Sánchez-Pizjuán no podrá presentar sus mejores galas para llevar al equipo en volandas a las semifinales. Los que deciden los horarios mandan desgraciadamente y han decidido que el Sevilla debe ser uno de los equipos más fastidiados esta temporada.
También han debido pensar que lo más sensato para una vuelta de cuartos de final de Copa del Rey es jugarla en un estadio semivacío y en horario laboral para que, además, tampoco se pueda seguir por televisión.
Y el otro peligro está, tristemente, en el mal ambiente que hay esta temporada en el Sánchez-Pizjuán. Por más veces que los futbolistas y el anterior entrenador han pedido públicamente una solución, porque la plantilla lo está notando, parece que no tendrá remedio a corto plazo a no ser que alguna de las partes enfrentadas tenga un enorme gesto con la otra. Mejor dicho, con el Sevilla. Supongo que Emery estará al tanto pero ahí no tiene mucho que hacer. Sería una pena que la temporada se fuera al garete porque este conflicto continúe enquistado, sin una solución en el horizonte y el Sánchez-Pizjuán no pueda ser una auténtica caldera de aquellas que metían el primer gol de partido, gracias también a las excelentes campañas de marketing que orquestaba el club. Los tiempos han cambiado y la situación social y deportiva es muy distinta, pero la reflexión debe continuar en el sevillismo en busca del bien común.
Y esto lo digo porque Unai Emery, sin lanzar las campanas al vuelo, ha devuelto una buena porción de ilusión al sevillismo. No toda, pero sí una buena dosis. Al equipo se le vio mucho mejor que en otras ocasiones. Estuvo muy serio, contundente, con llegada y con importantes oportunidades para hacer gol pero éste no llego. El miércoles veremos quién merece acercarse a la gloria. Espero que lo vean muchos.
