Conscientemente en el título de este artículo he omitido el genérico y caduco concepto de trata de blancas, porque actualmente solo cabe echar una ojeada en ciertas zonas de nuestras ciudades donde las prostitutas se exhiben como ganado, ofreciendo sus propios cuerpos como mercancía, para comprobar que muchas de esas mujeres proceden de otras latitudes, siendo nota común en ellas que el color de su piel no coincida con el característico de las nativas españolas. La adecuada y eficaz protección de la explotación de esas esclavas del sexo, creo que era una asignatura pendiente, pues aún respetando el derecho de algunas mujeres que, excepcionalmente, decidan libremente dedicarse a la prostitución, lo cierto y flagrante es que la mayoría se ven forzadas a esa trata que las denigra y ataca a su dignidad como personas, siendo aprovechado su desvalimiento por redes de mafias y proxenetas que se aprovechan de, su hasta ahora, casi total indefensión. Y es que de las mujeres que se prostituyen en España, el 90% son extranjeras, lo que evidencia que realmente casi todas ellas son víctimas de la explotación sexual y del comercio de seres humanos, mujeres que llegan a nuestro país con falsas promesas y expectativas y que se encuentran desahuciadas en burdeles, esquinas y arcenes de carreteras, sin posibilidades de poder salir de ese infierno con el que se ha mostrado un cierto grado de indiferencia social.
Asistencia letrada gratuita, protección especial para testigos y sobre todo ayudas económicas a aquellas víctimas que se decidan a denunciar a quienes las explotan en contra de su voluntad pueden resultar medidas eficaces si además se conectan con otras dirigidas al control de una inmigración ilegal, que es el caldo de cultivo donde se genera ese vergonzante tráfico humano.
