La Iglesia celebra la festividad litúrgica del Corpus Christi y en las misas dominicales se lee el evangelio de la multiplicación de los panes y los peces. Es el domingo de la infraoctava del Corpus y las calles de Sevilla se vuelven a alfombrar de plantas aromáticas y pétalos de flores en honor al Santísimo Sacramento. Apenas separadas por un puente, a un tiro de piedra la una de la otra, dos históricas parroquias de la ciudad, fieles a su particular idiosincracia, despliegan casi en simultáneo dos maneras diferentes de honrar a Jesús Sacramentado. La exquisitez del Corpus de la Magdalena hasta la Marcha Real que interpreta la banda del Maestro Tejera para saludar la salida del paso Dulce Nombre de Jesús suena más solemne en esta collación contrasta con ese encanto de lo popular que contagia el ambiente Altozano abajo. En la Magdalena la presencia de niños en el cortejo se reduce al primer tramo de cirios azules de pantalón corto con la medalla de la Quinta Angustia al cuello. Una verdadera delicia verlos. Al otro lado del puente, la procesión eucarística tiene mucho más de escuela catequética para los más pequeños, a los que se les puede ver participando en el cortejo bien con sus trajes de Comunión, portando un cirio o empezando a sentir qué es eso de ser costalero de Triana bajo las andas, nerviosas, del paso del Niño Jesús. En esta mañana de Corpus, a pesar de las estrecheces económicas, en calles como Rodrigo de Triana o Pureza asoman a los balcones los mantones de Manila, las colgaduras sacramentales y hasta las colchas de hilo del ajuar de la bisabuela. Con una palma rizada en su mano izquierda, el paso de San Juan Evangelista se reincorpora de nuevo este año al cortejo eucarístico trianero, donde al igual que en Sevilla se otorgan premios a los mejores altares del Corpus. Miguel Gómez, Francisco Redondo, Daniel Ternero y Ana Garduño _el apellido seguro que les suena a Lunes Santo son los cuatro chavales que este año se han llevado los 200 euros del primer premio del concurso de altares gracias a un espectacular montaje, de más de seis metros de altura, presidido por el Simpecado de la hermandad de San Gonzalo y levantado en el 22 de Rodrigo de Triana. No representan a ninguna institución. A ellos no les une más que ser jóvenes de las hermandades de San Gonzalo, la Estrella y el Rocío de Triana. En la Magdalena, el capataz Antonio Santiago y su hijo mandan de chaqué el paso de la Custodia, a la que sólo acompañan los cánticos litúrgicos de los fieles. Al otro lado del puente, los músicos de las Tres Caídas, arropados por su legión de seguidores, sudan también la gota gorda vistiendo sus uniformes de invierno con la levita azul tras el paso de la Inmaculada. Clasicismo y sobriedad en la vieja collación de San Pablo. Encanto de lo popular en Triana.