Cultura

Corazón de torero

Un volapié de libro -de torero antiguo, de torero eterno- había puesto el rubicón a una faena de toma y daca. Foto: EFE.

el 15 sep 2009 / 02:28 h.

Un volapié de libro -de torero antiguo, de torero eterno- había puesto el rubicón a una faena de toma y daca en la que el matador, un veterano curtido en mil batallas que ha encontrado la verdadera sazón en el último tramo de su carrera, se mostró muy por encima de un animal violento y descompuesto con el que pudo enseñar que venía a portodas, dispuesto a dar una buena tarde de toros.

La faena había comenzado con la atención dividida entre el jamacuco sufrido por un cristiano que presenciaba la corrida debajo del reloj y las dificultades del astado, pero muy pronto el personal se olvido de lo accesorio para prestar mucha atención a la entrega del Fundi, que porfió y le busco las vueltas a ese cuarto toro -que no valía un pimiento-, que siempre quiso echarle mano y que, para colmo, se distraía con el vuelo de una mosca. El diestro de Fuenlabrada toreó con autoridad, apoyado en su recia torería, y hasta se permitó el lujo de aguantar unos viajes cortos hasta el punto de casi ser cogido a poco que le perdió la cara. No se pudo librar de esa cogida cuando, después del estoconazo, el toro le hizo hilo y le rasgó la banda de bordados de la pernera izquierda. Y como la gente se había quedado con ganas de premiarle con algo más que la vuelta al ruedo con la que finalizó la lidia del primero, pidieron y consiguieron el único trofeo del festejo, premio a la completa y solvente tarde de toros de este diestro honesto y valiente que sigue dando guerra con total autoridad, sin complejos.

Pero seguramente, lo mejor de su actuación ya lo había realizado ante el primero de tan larguísima tarde. Ése fue un toro que apretó y arreó siempre para los adentros y al que toreó con el capote firme como un poste, resolutivo y eficaz siempre. Hizo cosas feas el destartalado toro de Palha, buscando las esclavinas de los engaños y persiguiendo al Fundi, que pasó sus apurillos al banderillearlo, estando a punto de ser alcanzado cuando saltaba las tablas. En los tres pares, en los que hubo más aguante que brillantez, tuvo que luchar con esa tendencia a los terrenos de adentro que el diestro de Fuenlabrada cortó por lo sano cuando, después de cumplimentar a la presidencia se llevó al toro en los medios sin más preámbulos.

Ahí comenzó la primera parte de ese notable trasteo, sobando, aguantando y sobreponiéndose a la violencia inicial del astado en una mertísima labor que consiguió hacer que el toro medio rompiera al final. Vendió bien la pelea El Fundi, al que no le importaron las miraditas, la mucha guasa que llevaba escondida el pupilo de Palha al que no le quedó más remedio que entregarse en los muletazos finales, que el matador le enjaretó con ambas manos hasta desplantarse más chulo que un ocho. Tenía la oreja en la mano el torero madrileño, que quiso remachar su notable labor con una estocada en la suerte de recibir que el toro no aceptó. Se arrancó entonces el torero a volapié, dejando casi media estocada en toda la yema que dejó la mayoría de los pañuelos en los bolsillos pero que no le impidió dar una vuelta al ruedo de las de verdad de la buena.

Pero aún hubo otro acontecimiento en una tarde en la que los Palhas, en su mayoría, enseñaron su peor cara, muy lejos del sobresaliente juego que esta misma ganadería ha dado en anteriores y muy recientes ferias de Sevilla. Ese acontecimiento llegó colgado de la embestida del quinto de la tarde, un toro aviejado pero de importantísima embestida, de temperamental comportamiento y muchísimo que torear, que desbordó por completo a Jesuli de Torrecera. Con sólo tres corridas el pasado año. al modesto diestro jerezano el compromiso le venía grande por todas partes y aunque él mismo, animoso, enseñó que el toro podía servir con una lidia efectista y un celebrado quite por delantales, no logró sobreponerse a sus propias limitaciones ante ese toro, que tuvo tantas dificultades como importancia pero que exigía delante un torero con todos los papeles en regla. Con el segundo, un animal grandón que le puso muchas dificultades y embistió siempre con la cara muy alta, sólo pudo mostrarse medio voluntarioso, aunque evidenciando el mal trago.

Mucho más solvente, entregado siempre, buscando la cara de sus toros y la de los que le correspondió entrar en quites, estuvo el colombiano Luis Bolívar que no tuvo delante el material propicio para enseñar al público de la Maestranza que es un torero a tener en cuenta, que vuelve a ser el diestro capaz, de toreo hondo, que encandiló de novillero. Toreó bien con el capote el colombiano, que vio como su primero cambiaba a malo después de haber hecho albergar algunas esperanzas. Pero el toro se acabó parando y pese a todo, Bolívar le administró un toreo templado, de seda, que no merecía el animal. Como al tercero, recibió al sexto con un péndulo para volver a enseñar un toreo de muleta de alto nivel. Pero el toro no quería coles.

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