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Cristina supo que su marido la mataría

Un informe del Poder Judicial recoge los angustiosos e inútiles intentos por salvarse de la última víctima mortal de la violencia machista en Sevilla.

el 26 abr 2010 / 22:00 h.

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Cristina el día de su boda, con su hermano Julio de padrino.

Cristina Maestre creía que su marido la iba a matar, por eso lo denunció y solicitó una orden de protección. El sistema automático de valoración de riesgo y los policías que la atendieron consideraron que el peligro era "medio", aunque él la había amenazado diciéndole "te tengo que matar, perra" y ella había pasado una noche encerrada en un cuarto con sus hijos porque él no la dejó irse tras una agresión, hostigándola con un cuchillo.

Ocho meses después Cristina, de 30 años y madre de dos hijos, moría en su casa de Los Pajaritos apuñalada una decena de veces por Pedro, su marido y padre de los niños. Luego, él se tiró por la ventana sufriendo graves lesiones. Está en prisión a la espera de juicio.

El de Cristina, última víctima de un crimen machista en Sevilla -el de Marta del Castillo no se registró como violencia de género- es uno de los analizados en el Informe sobre víctimas mortales de la violencia de género y la violencia doméstica en el ámbito de la pareja en 2009, del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, dependiente del Consejo General del Poder Judicial.

El informe revela que, de las 55 mujeres asesinadas el año pasado en España, 17 habían presentado denuncias pero ocho pidieron luego su archivo, como Cristina. Y en diez de esos casos, ni siquiera se hizo una valoración de riesgo. Claro que para Cristina, pese a la brutalidad de su historia, la valoración consideró que corría riesgo "medio".

La joven fue a la Policía el 22 de junio de 2008. Dijo haberlo hecho antes, pero esa denuncia no fue localizada. Contó que la madrugada anterior su marido llegó borracho, pidiéndole dinero para salir de nuevo, y al negarse se abalanzó sobre ella en la cama tapándole la nariz y la boca y diciéndole "te tengo que matar, perra". Cuando estaba a punto de perder el sentido la soltó un momento, para coger una almohada y apretársela en la cara. Su hijo de 6 años entró en la habitación y pidió a su padre que no le hiciera daño, lo que Cristina aprovechó para huir, según relató en su denuncia. Él la siguió con un cuchillo, gritándole "te voy a matar, que me tienes malo, perra, cabrona, que me tienes quitado el dinero y el tabaco, dame el dinero y ya me habría ido". No la dejó irse y se refugió en un cuarto con sus hijos. Al día siguiente pudo ir al médico.

Llevaba ocho meses muy violento. Cristina añadió que en los últimos ocho meses Pedro estaba muy violento, le lanzaba cosas, le daba puñetazos, patadas y la insultaba. Cuatro meses antes, tras consumir alcohol y cocaína, trató de tirarla por una ventana agarrándola por la cintura y las piernas, "arrastrándola hasta casi conseguirlo", pero ella se agarró como pudo. Contó que su vecino de abajo fue testigo, pero nadie preguntó sus datos para localizarlo. Añadió que temía por ella y por sus hijos, pero que volvería a su casa porque no tenía dónde ir. Pidió orden de protección y se le designó abogada. Dos días después fue citada, pero se negó a hablar y pidió que todo se olvidara. El 10 de febrero de 2009, moría apuñalada. Su marido pasó 24 horas con el cadáver antes de saltar por la ventana.

El Observatorio admite las dificultades para "incorporar y transcribir en unos folios una larga historia de violencia" y el poco caso que se hizo en muchas ocasiones a "hechos que, aparentemente, pueden parecer de cierta nimiedad (empujones, cachetadas, amenazas, daños materiales) o de una entidad que difícilmente permiten presagiar una muerte". De hecho, concede que "salvo loables excepciones", que tienen más que ver con la sensibilidad del policía o abogado que toca en suerte a las víctimas, las denuncias no suelen incorporar los datos necesarios para predecir un desenlace fatal. Como le pasó a Cristina.

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