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Críticas. Aznar, Aído y el flamenco

En la polémica sobre la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, el ex presidente conservador José María Aznar ha terciado con una de sus habituales ocurrencias. Así, descalificó irónicamente a la ministra de Igualdad Bibiana Aído, recordando que "pasó a ser directora de la agencia de flamenco en Andalucía a legislar sobre la vida humana en España."

el 16 sep 2009 / 03:11 h.

En la polémica sobre la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, el ex presidente conservador José María Aznar ha terciado con una de sus habituales ocurrencias. Así, descalificó irónicamente a la ministra de Igualdad Bibiana Aído, recordando que "pasó a ser directora de la agencia de flamenco en Andalucía a legislar sobre la vida humana en España." Más allá de esa controversia política, lo que late en el nuevo oráculo del hombre de las Azores es una muestra más del antiflamenquismo que pudo apreciarse especialmente durante su segundo mandato cuando un propio del Instituto Cervantes llegó a recomendar a los directores de sus centros que no programasen flamenquerías para no reincidir en la imagen de charanga y pandereta que desacreditó buena parte de la generación del 98, a excepción de los Machado que de casta les venía lo contrario.

Resulta absolutamente legítimo que muchos andaluces ni siquiera entiendan de flamenco, pero no puede entenderse sin el flamenco a Andalucía. No sólo es una tradición, que lo es, y un arte que medio mundo admira. Es, en muchos casos, una actitud ante la vida y no una simple pose de feria. ¿Por qué tiene que ser incompatible un logaritmo con una seguiriya? Ese discurso antípoda tendría que haber sido desterrado hace mucho del discurso político e intelectual. Claro que quizá el flamenco moleste tanto porque lo que realmente molesta es la idea de que es posible una Andalucía que sepa congeniar la juerga con la huelga, el ocio y el negocio, sin abandonar las pancartas añejas o recientes que siguen reivindicando tierra y libertad, empleo frente al paro, I+D+I frente al simple ingenio de la picaresca. El flamenco es, simple y llanamente, la banda sonora sentimental de este pueblo. Ni más ni menos. Y no se puede culpar a la música por el simple hecho de que su letra no nos guste.

Ya en el alba del siglo XX Armando Palacio Valdés criticaba al flamenco como "la pintura de las costumbres de los chulos y manolas, o sea del genuino populacho español". Pero lo cierto es que ya apenas se lee su novela La hermana San Sulpicio y nos sigue impresionando la voz y la actitud póstuma de la tonadillera Imperio Argentina, que la interpretó en el cine.

Clarín, en La Regenta, criticaba a un mediquillo por "sus habilidades flamencas" y Eugenio Noel, llegó a escribir que viendo bailar a una flamenca "se concibe que España lleve seis siglos de retraso a los demás pueblos de su civilización". Quizá eso era lo que disgustaba a José María Aznar. Que una andaluza como Bibiana Aído, que es licenciada en Empresariales y no en bulerías, pueda gestionar la dirección de una agencia flamenca y, en apenas un año, haya montado un Ministerio que no existía y medio sacado adelante, a contracorriente, una ley tan espinosa como la que pretende resolver algunos problemas de la que regulaba, desde aquel remoto 1985, la interrupción voluntaria del embarazo.

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