Local

Croacia

El patrimonio cultural y natural expresa el valor de cualquier territorio. Por ello la UNESCO estableció esos dos parámetros para la selección de los bienes del patrimonio mundial. El patrimonio natural remite a la configuración de los lugares geográficos tal como han devenido desde mas allá del...

el 15 sep 2009 / 10:03 h.

El patrimonio cultural y natural expresa el valor de cualquier territorio. Por ello la UNESCO estableció esos dos parámetros para la selección de los bienes del patrimonio mundial. El patrimonio natural remite a la configuración de los lugares geográficos tal como han devenido desde mas allá del tiempo histórico, mientras que el patrimonio cultural responde a la contingencia de la creación humana.

La invención de la identidad nacional es un artificio que ilumina u oscurece testimonios culturales intencionadamente. Y nada hay mas perverso que segregar, tergiversar o destruir los hechos culturales que no se reconocen como "propios". La diversidad cultural de un territorio, sin discriminaciones ni manipulaciones, muestra la verdadera dimensión de su historia. Para una visión integral de la Humanidad, la UNESCO, mediante la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de 1972, viene procurando armonizar y flexibilizar la inclusión de bienes promovidos por los Estados miembros.

En el rediseño del mapa político de Europa el caso de Croacia representa un claro ejemplo de diversidad patrimonial, rompeolas que comprendemos bien desde Andalucía. En las dos últimas décadas, factores etnoreligiosos y estrategias geopolíticas se han vuelto a aliar para dirimir viejas querellas entre los territorios de la antigua Yugoeslavia que han optado por la independencia. Pero visitar el patrimonio croata permite constatar la permeabilidad cultural habida en las situaciones de "dependencia política".

La Grecia Antigua, el Imperio Romano y su continuidad bizantina, los flujos medievales, tanto el croata como el magyar, el renacimiento mediterráneo, especialmente la prolongada presencia de la República de Venecia, la cercanía otomana, el barroco centroeuropeo, la invasión napoleónica, la Secesión vienesa, el poder mussoliniano y su variante croata, o el peso de las décadas del socialismo autogestionario yugoeslavo: son capítulos que han dejado sus huellas arquitectónicas y culturales.

Los bienes incluidos en la lista de la UNESCO son elocuentes. El imponente palacio de Diocleciano al borde del mar, junto a su ciudad natal de Salona, generó Split, un fascinante proceso urbano de mutación, demostrativo de que los valores patrimoniales no se compadecen con el aspecto primigenio de un monumento, sino en su auténtica vitalidad multicultural; o la Basílica Eufrasiana de Porec, en el extremo septentrional del Adriático, pieza integral y magnífica de la arquitectura bizantina del siglo VI, es demostrativa de la expansión oriental tras la caída del Imperio Romano de Occidente.

Visitar Croacia es hacer un viaje a una de esas regiones cargadas de acontecimientos que permiten comprender la complejidad de Europa. Un país en el que los flujos humanos habidos en el Mediterráneo a lo largo del tiempo han dejado espléndidas huellas de la transformación del espacio social, la vida y la historia, irreductibles a un discurso ideológico como el nacionalista.

Catedrático de Arquitectura de la Hispalense

vpe@us.es

  • 1