Cierto que a menudo las tribus indigenas viven en tolderías de miseria y obedecen a chamanes enloquecidos quizás históricamente hartas del general Custer y de todos los embustes del Séptimo de Caballería. Pero lo chocante es que no parece hacerles demasiada falta la palabrería que solemos transportar a bordo de nuestras carabelas. Sus caciques nos hablan de dignidad, de orgullo y de independencia, cuando nos vuelven a ver llegar atraídos por Eldorado. Desconfíe Su Majestad de esas huestes que no están demasiado dispuestas a malvender de nuevo sus minas, sus bosques y su petróleo. Los almirantes de la Unión Europea ya no son capaces de comprar su alma por un puñado de cuentas de vidrio en forma de euros.