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Crónica de una mutación

En una puerta de la Plaza Nueva hay cinco letreros. Léalos y diga si algo así se podría haber visto aquí hace sólo una generación. ¿Qué está pasando?

el 09 mar 2011 / 21:47 h.

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Tras la puerta principal de la Telefónica de antes, en el precioso edificio de la Plaza Nueva, había amasijo y barullo de olivettis. Había papeles de calco, gabardinas y fichas de locutorio; era el voraz pero humanísimo ajetreo de la Sevilla provinciana de diario en horario de oficina. Eran el ruido, los chillidos de conferencia y los jaleos de esa Sevilla que lo más cerca que había estado del taco fue aquella vez que tuvo que subir a rellenar un impreso a la segunda planta del Banco Hispano Americano; la que sólo se aproximaba un poco a la moda internacional cuando juntaba para hacerse un traje para el Domingo de Ramos en Trímber, en esa Quinta Avenida de Sevilla que era José Gestoso. Quien recuerde aquella Sevilla un poco infecta pero muy vistosa de los años sesenta y setenta sabrá que en las calles había más gente parada saludándose que andando, y que muchas casas (y, desde luego, todas las tiendas) tenían sus puertas y zaguanes a disposición de quien quisiera asomar la cabeza. Mas hoy, tras la puerta principal de esa magnífica mole no ya de Telefónica sino de Movistar (que es la misma y es lo mismo, pero una generación después) hay una preciosa, despejadísima, turquesa, anafiláctica y gélida vida de metacrilato en permanente exposición y venta.

Esto no es una diatriba contra los tiempos que pasan (pues ése es el derecho y el deber de los tiempos, el pasar: como decía Nietzsche en su Segunda Consideración Intempestiva, los muertos no pueden enterrar a los vivos, hasta ahí podíamos llegar con la nostalgia), sino el marco estético de una constatación: la de que al sevillano lo han cambiado de pe a pa, como habría dicho Schopenhauer en alusión al sistema kantiano. O bien ha mutado solo, en su condición de virus dotado de cualidades espontáneas, o le ha pasado algo muy parecido a lo de la película La invasión de los ultracuerpos: que una especie vegetal procedente del espacio, por ejemplo las espinacas con garbanzos, se ha apropiado de los cuerpos. El caso es que no es él (suponiendo que alguna vez lo haya sido). Al grano con las pruebas, que son tremendas:

En la puerta del edificio de Telefónica que da a la Plaza Nueva había ayer por la mañana cinco cartelitos o letreros pegados que decían lo siguiente:

Primero:

Se informa a los interesados que la entrega de currículum vitae para la Dirección General de Recursos Humanos de Telefónica de España no se realiza en este centro. Para más información pueden consultar la página web www.telefonica.es/quienes/rrhh.

Segundo:

Se informa a nuestros distinguidos clientes que en este edificio no hay ninguna Oficina de Atención al Público. Tales gestiones pueden realizarse:

Por teléfono: llamando al 1004.

Por internet: en la dirección www.telefonicaonline.com.

En Tienda Telefónica: local adyacente y C/ Benito Mas y Prat (Nervión).

Tercero:

Telefónica. Acceso exclusivo personal autorizado:

Al entrar y al salir del edificio compruebe que la puerta queda cerrada.

No abra la puerta a ninguna persona, todo el personal autorizado a entrar dispone de tarjeta.

Rogamos comuniquen las incidencias a: servicio de vigilancia de seguridad o centro nacional de seguridad (900 505224).

Cuarto:

Aviso: Se ruega llamen al timbre del interfono que se encuentra junto al lector del CRAT-N para entrar al edificio. Seguridad.

Quinto:

Zona videovigilada.

Ley orgánica 15/1999 de protección de datos.

Puede ejercitar sus derechos ante Telefónica de España.

Es decir, que hay dos opciones: la primera y más probable, que tengan allí escondido el ovni que se estrelló en Roswell, Nuevo México, como apunta tanta insistencia en que no pase ni el gato y en que llamen inmediatamente a la muchacha del NCIS no bien asome un incauto lo bastante osado como para rozar sus nudillos contra la cristalera; la segunda y menos cinematográfica, pero más trágica, es que se haya producido una metamorfosis integral del tradicional espíritu sevillano, caracterizado, según el tópico, por la gracia, la cortesía, la donosura en el hacer y en el decir, la calidez y, desde luego, la hospitalidad.
Lo único que ayer había hecho pasar por sevillana esta escena es que la puerta, al final, estuviera abierta. No lo estaba.

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