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Crónica del Apocalipsis

El juego masivo de rol por antonomasia sufre una serie de dramáticos cambios que buscan perfeccionar la experiencia de juego y evolucionar ante la cada vez mayor competencia.

el 16 dic 2010 / 16:18 h.

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La ira de Deathwing al escapar de su falsa eterna prisión fue tal, que pronto redujo a cenizas todo aquello que osó permanecer desafiante bajo su vuelo. La destrucción tuvo tanto alcance que todo y todos cambiaron sin remedio. Años después, Kalimdor y los Reinos del Este aún mostraban profundas cicatrices, pero también volvían a florecer. Un nuevo mundo se erigía sobre las humeantes ruinas del pasado y mostraba que la historia, por muy grandiosa que hubiera sido, podía ser escrita de nuevo con renovadas fuerzas. Todo había cambiado y había llegado, al fin, la hora de volver a donde empezó todo: Azeroth.

La primera sensación que se tiene al enfrentarse a Cataclysm es la de encontrarse ante un WoW radicalmente diferente, no sólo por estar muy marcado por los acontecimientos que dicta su argumento sino, también, por la propia evolución necesaria tras seis años de historia. Los cambios ya se aprecian a primera vista con sólo mirar a nuestro alrededor. La vuelta de Deathwing a Azeroth ha alterado profundamente, para bien, la fisionomía de los escenarios, con nuevos entornos que aumentan la cantidad y variedad de territorio visitable.

Lo que en Burning Crusade y Lich King era una mera aparición de nuevos territorios por conquistar, caso de Northrend y Outlands, se ha convertido en una metamorfosis que obligará a aprender de nuevo la geografía del juego. Zonas como los Mil Picos, ahora totalmente inundada, han visto cómo la historia ha sido inclemente con ellas. Pero esto es, sin duda, un beneficio para el jugador ya que, lejos de otras consideraciones, la mejora ha sido sustancial.

A pesar de usar un motor gráfico que ya tiene casi diez años, las mejoras visuales son importantes, no sólo por la belleza de lo conseguido sino también, y sobre todo, por haber dado a WoW la sensación de estar terminado de la que carecía en entregas anteriores y de añadir interés y jugabilidad a zonas antes conocidas por su falta de interés. El mejor modo de ver estas mejoras es aprovechar el fin de las restricciones a la hora de usar monturas aéreas para volar por los territorios. Ahora se puede apreciar Azeroth en toda su belleza.

Estos cambios son el reflejo de lo que Blizzard ha aprendido en estos últimos seis años con WoW y sus otras dos expansiones y han hecho, por ejemplo, que el estudio afronte de forma distinta la salida de Cataclysm. Con ello, todos los jugadores podrán disfrutar de contenidos nuevos, incluso los que no hayan adquirido o instalado la entrega, un movimiento maestro por parte de los californianos que denota la voluntad de los desarrolladores de acercarse, sobre todo, a los nuevos jugadores al ofrecerles de primera mano la nueva experiencia de juego sin necesidad de recorrer el viejo Azeroth para poder acceder a ella una vez lleguen al nivel 60 exigido.

Si bien se echa en falta la inclusión de alguna nueva clase heroica, sobre todo para las misiones de máximo nivel, la llegada de dos nuevas e interesantes razas al tablero suple con creces esta carencia. En primer lugar están los Goblins, tradicionalmente neutrales y ahora alineados sin tapujos con La Horda, siempre en busca del mayor beneficio económico posible. Presentes en WoW desde el comienzo, ahora son plenamente independientes y jugables, y cuentan con una zona para los novatos muy recomendable para todo aquel que se inicie en el juego.

Los otros recién llegados, del lado de La Alianza, son los Worgen, híbridos entre humanos y lobos a causa de las maldiciones sufridas en su oscuro pasado. Esta nueva raza comienza su andadura en Gilneas, donde se ve todo el proceso de transformación de los que una vez fueron hombres y ahora se han convertido en uno de los mayores atractivos de Cataclysm.A nivel de profesiones, se ha añadido la de arqueología, más una curiosidad que otra cosa. Su interés radica en que, al descubrir objetos diseminados por todo el mapeado, se puede aprender un poco más de la historia de Azeroth y sus habitantes.

A pesar de la importancia de estos nuevos alicientes, Blizzard no se ha olvidado de los jugadores de mayor entidad. Mientras que en Lich King estos podían aspirar a un máximo nivel de 80, este se ha incrementado ahora hasta 85. Además, una vez conseguido el jugador puede seguir mejorando sus habilidades mediante misiones adicionales, lo que no deja de ser interesante para aquellos que tenían la sensación de que no podían ir mucho más allá.

Para estos expertos se han añadido siete nuevas mazmorras que explorar en grupos de cinco y unos amplios territorios en los que progresar hasta el límite. El sistema de mejoras de las clases ha visto también algunos cambios que mejoran la experiencia. En líneas generales,  se ha adoptado un método más rígido del uso de los puntos de cada jugador que hace más sencillo y equilibrado el progreso a los de menor nivel, además de dar la sensación, siempre buena, de que se mejora a buen ritmo.Blizzard ha roto la baraja con World of Warcraft: Cataclysm, con el objetivo de dar a sus 12 millones de fieles suscriptores algo completamente diferente y nuevo a lo que enfrentarse.

Las nuevas razas añaden atractivas formas de jugar que pueden actuar de tirón final para todos aquellos indecisos que pensaban que WoW les quedaba demasiado grande. Los nuevos contenidos rebosan diversión, inteligencia e interés. Puede que la competencia esté mejorando a pasos agigantados pero el trono que Blizzard tomó seis años atrás parece estar seguro en sus manos y no está dispuesto a que le sea arrebatado. Hasta que llegue ese día la pregunta sigue siendo la misma de siempre: ¿Horda o Alianza?.

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