Lo que se cuece en Carmona parece sacado de un capítulo de CSI: se trata de conocer más y mejor la muralla, tan relevante en la ciudad, a la vez que se restaura. Y se le ha aplicado la prueba del carbono 14 a las agujas de madera con que los árabes la construyeron. Todo un capítulo.
No es que Gil Grissom se haya trasladado desde Las Vegas para rodar uno de sus seguidos episodios, pero casi. En Carmona, los CSI de turno son los miembros del Servicio de Arqueología que, apoyados en los científicos, andan rastreando, confirmando, bruñiendo y documentando cada trozo de muralla que les cae entre sus quehaceres. Y encima el asunto da juego.
Que la muralla de Carmona es de factura árabe, más concretamente almohade, era archiconocido (aun con algunas excepciones muy localizadas, caso de la Puerta de Sevilla). Pero si hay ocasión de datar su construcción con los más modernos medios tecnológicos, por qué no hacerlo. He aquí cómo, a propósito de la restauración y consolidación de un paño de cerca de la calle Barbacana Alta, se procedió a extraer unos trozos de las varas de madera que conformaban el encofrado de los muros de tapial con que los árabes construían sus edificios.
Que se sepa, no hay constancia de que se haya hecho algo parecido hasta la fecha. Tras extraer los dos fragmentos de madera e hidratarlos convenientemente para evitar su desintegración, se les realizó la prueba del carbono 14, una técnica que permite datar la muestra con un alto grado de fiabilidad.
El resultado arrojado por el Centro Nacional de Aceleración de Partículas -se remitió otra muestra al Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH)- no deja lugar a dudas: estas agujas de madera tienen la friolera de, como poco, 1.786 años, y como ellas, los muros.
La prueba determina su fecha entre 1222 y 1305. Si se tiene en cuenta que los almohades se asentaron en Isbiliya desde 1146 y que la conquista cristiana fue, en el caso de Carmona, en 1247, es fácil deducir que fue durante este periodo inmediatamente anterior a la cristianización de la ciudad cuando se fraguó prácticamente el 100% de la muralla.
Rocío Anglada, una de las arqueólogas del Ayuntamiento de Carmona, señala que "con el análisis realizado se pudo contrastar al fin la hipótesis más generalizada, la que propone que las murallas que hoy quedan en pie son todas de época almohade". Y de paso, la restauración del lienzo en cuestión, que por cierto concluye hoy, da pie a estudiar sus módulos y sistemas métricos, amén de sus técnicas.
La intervención planteada ha contado con un presupuesto global de unos 42.000 euros y ha durado cuatro meses. No ha sido la primera ni será la última. El proceso de recuperación de la muralla se inició en los años 80 del siglo pasado gracias a los fondos que proporcionaba el Plan de Empleo Rural (PER), hoy Aepsa.
El mismo que sigue desarrollándose, de modo que cada año se suele abordar un tramo en función de su estado de conservación y de si plantean problemas que comprometan la seguridad de los vecinos. En este sentido, próximamente se espera poder abordar la cara interior de la cerca recién rehabilitada, tarea compleja si se tiene en cuenta que, en la calle Barbacana Alta, casi todas las viviendas poseen en su interior un trozo de muralla que funciona como medianera.
El recinto amurallado de Carmona tiene unos 3.600 metros de perímetro, delimitando un área interior de unas 50 hectáreas. Se sabe que la primera cerca se erigió en época orientalizante o tartésica (hoy barrio de San Blas). En época romana, la muralla ocuparía prácticamente la misma extensión que el casco urbano actual, pero de esta época apenas quedan dos muñones en la Puerta de Sevilla.