Cultura

Cuando el cine se recuesta en el diván

Pedro Costa presentó, tras cinco años de silencio, ‘Cavalo dinheiro’, una desoladora película que revive los efectos colaterales de la revolución de los Claveles.

el 10 nov 2014 / 20:56 h.

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Pedro Costa / J. L. Montero Pedro Costa / J. L. Montero

Las motivaciones de Pedro Costa, Carlos Rivero y Pilar Monsell para filmar sus respectivas películas han sido diferentes. Pero los tres están hermanados por un modo de entender el cine a contracorriente y por sentar a sus historias en el diván. Si Costa exorciza la negrura del pasado histórico y presente de Portugal en Cavalo dinheiro, Rivero, en Ouroboros, pone a sus dos protagonistas a vagar por la naturaleza buscando la salida del purgatorio y Monsell, con África 815, da vida a los íntimos diarios de su padre, de homosexualidad confesa. Los tres dieron a conocer ayer sus respectivos trabajos en el marco del XI Festival de Cine Europeo (SEFF).

Seguramente sea el realizador lisboeta Pedro Costa quien mejor ejemplifica ese cine decadente y profundamente pesimista con el que erróneamente se identifica al cine europeo. Apegado al realismo, su comparecencia ayer ante los medios fue fiel reflejo de su propio quehacer. «Lo que hoy nos inunda es un cine miserable y escapista que no relata las historias que debe», aseguró. En su opinión, «la función del séptimo arte es contar historias de la humanidad que estaban mal contadas». Y esto es lo que pretende en su filme, presentado en la Sección Oficial, Cavalo dinheiro, en el que ha vuelto al barrio lisboeta de Fontainhas para revisar la revolución de los claveles, dentro de su concepción de la política como una «historia de horror y torturas».

Tras cinco años sin rodar, su último título reconoce que ha sido «especialmente duro» para él. «La filmé con restos de cosas, de escenarios, de vestuario... No teníamos dinero y, en breve, tendremos que rodar con lo que encontremos por la calle», se lamentó. Con un presupuesto de 100.000 euros, Costa consideró un «escándalo» lo que cuestan muchas películas actuales.

«Si me preguntan si estoy contento del resultado les diré que sólo es una cinta correcta en sus ambiciones económicas y políticas», aseguró, siempre en su peculiar tono, entre cabizbajo y enfadado. «El cine, hoy, es miserable en sus contenidos, derrochador y se hace sin escuchar a la gente», opinó.

«Hablo mucho de dinero, claro, porque no lo tengo», siguió después. Tampoco pareció halagado cuando un crítico confesó su amor por el cine portugués. «Yo no sé si se hace mejor cine a partir del desencanto, no tengo una gran opinión del cine de mi país. En Portugal llevamos siglos viviendo en una especie de limbo, sin nada que hacer», reflexionó.

Personajes tristes, apáticos y perdidos deambulan por Cavalo dinheiro, cinta con la que se alzó con el Premio al Mejor Director en el Festival de Locarno. Un filme de misteriosos claroscuros protagonizada por Ventura, un personaje de la vida real, actor caboverdiano que debutó en Juventud en marcha.

Si Costa revuelve tortuosamente su cámara en el pasado del país luso, Pilar Monsell ha utilizado el cine como método para hacer frente a una caja de Pandora que no se atrevía a abrir. «Mi padre estuvo años escribiendo sus memorias en unos grandes tomos; un día me los regaló y yo guardé distancia con respecto a ellos. No me atrevía a leerlos porque sabía que hacerlo supondría enfrentarme a una parte vinculada a mi propia vida», reconoció la directora, que presenta África 815, mañana a las 12.45 en la Sala 11 de Nervión, dentro del ciclo Resistencias.

Los realizadores andaluces Pilar Monsell y Carlos Rivero. Los realizadores andaluces Pilar Monsell y Carlos Rivero.

África 815 propone un autobiográfico viaje por el Sáhara desde sus días de colonia española en los 60, y por la memoria de un hombre que invertirá su vida en la persecución de un ideal, el del amor de los seductores hombres marroquíes que allí conoció. Se trata de Manuel Monsell, padre de la cineasta, que bucea en «las aguas tormentosas del archivo paterno» buscando comprender la historia de su progenitor.

Seguramente no sea arriesgado afirmar que una de las apuestas más arriesgadas del SEFF, también en Resistencias, sea Ouroboros. Rodada íntegramente en latín en la Sierra de Hornachuelos (Córdoba), en el paraje ocupado por el hoy abandonado Monasterio de Los Ángeles, el filme, de Carlos Rivero y Alonso Valbuena, sigue los avatares de dos monjes condenados a vagar eternamente en el purgatorio. «Entendemos la película como una reacción furiosa de un grupo de personas que venimos del mundo académico, donde en lugar de estimularnos, se nos decía que olvidásemos el cine, que eso no estaba a nuestro alcance», expresó ayer uno de sus realizadores, Carlos Rivero.

En Ouroboros, que invoca el esfuerzo eterno de la mítica serpiente que se muerde su cola sin alcanzarla nunca, «todo ha sido un reto conseguido con muy poca financiación, una película donde todos hemos sido muy conscientes del lienzo que teníamos», según dijo ayer su productor, Oscar López. «Hacemos cine por nosotros mismos, por nuestra necesidad», aseguró ayer Rivero. Y, en esta ocasión, «partiendo de una leyenda real», la del Monasterio de Los Ángeles y sus trágicos avatares, han construido una «ficción» con manifiestas inspiraciones del cine de Andrei Tarkovski y Bela Tarr.

Precisamente, es el compositor habitual del director húngaro, Mihály Vig, el autor de la banda sonora de la cinta... «y el único que ha cobrado». Y como su música, desolada, obsesiva y escueta, así es Ouroboros, un proyecto que da sentido al término Resistencias y que se verá, mañana y el sábado, a las 22.00 horas en el Teatro Alameda.

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