Cultura

Cuando el Estrecho de Gibraltar era el Estrecho de Sevilla

Al hilo de lo que tanto nos gusta decir en esta ciudad dándonos golpes de pecho, es verdad que Sevilla siempre ha sido grande… en los mapas y planos que desde hace casi 2.000 años plasman el perfil de estas tierras.

el 24 nov 2014 / 13:00 h.

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Imagen 05 SEVILLA EN EL MAPA DE ESPA+æA DE (16472777) El hermoso mapa de España de Andrea Vavassore (1532), ampliamente decorado con montañas y bosques y en el que se diferencia entre Sibilia y Triana, partidas por un ancho Guadalquivir. Sevilla siempre ha estado en el mapa, literalmente hablando. Desde el primero que se tiene constancia, elaborado en el siglo II después de Cristo, el registro de la ciudad en los planos ha sido una constante destacada y no sólo eso, sino que al convertirse en el siglo XVI en la puerta de las Indias nació incluso una escuela sevillana de cartografía. La importancia de Sevilla en este campo se aprecia en la exposición que desde hace semanas puede verse en la sede de Emasesa en Escuelas Pías (Andalucía, la imagen cartográfica. Sevilla, agua y ciudad, si todavía no la ha visitado corra a hacerlo, tiene de plazo hasta este viernes 28 en horario de 10 a 13.30 y de 17 a 19), una buena excusa para volver a comprobar una afirmación que, al menos esta vez, no nace de un insustancial orgullo localista. Y es que sí, Sevilla ya aparece destacada en las más antiguas representaciones cartográficas de las que se tiene constancia, que son las del geógrafo Claudio Ptolomeo en el siglo II de nuestra era. Además de un mapamundi en el que plasma buena parte de Europa, Asia y África, Ptolomeo hace una primera representación de la Península Ibérica en la que, tal y como reflejan las copias medievales que nos han llegado, ya aparece la Híspalis romana junto al río Betis. Mapa de la Península Ibérica publicado en Alemania en 1482, en el que el Estrecho de Hércules se rotula como Strictum Sibilie, Estrecho de Sevilla, apareciendo así en los planos hasta 1535. Sevilla es en esta época el principal puerto de la zona y punto clave de conexión entre las rutas comerciales atlántica y mediterránea Mapa de la Península Ibérica publicado en Alemania en 1482, en el que el Estrecho de Hércules se rotula como Strictum Sibilie, Estrecho de Sevilla, apareciendo así en los planos hasta 1535. Sevilla es en esta época el principal puerto de la zona y punto clave de conexión entre las rutas comerciales atlántica y mediterránea Pero donde adquiere mayor protagonismo la ciudad, donde su presencia se «matiza y reinterpreta», es en el primer mapa individualizado de la región andaluza, de la provincia Bética romana, obra basada en el trabajo de Ptolomeo rotulada en griego y realizada en el siglo XIV en talleres bizantinos. Todas las ciudades se reflejan con un sencillo rectángulo, todas menos «Korduba e Híspalis, que se distinguen con un icono distinto y de mayor tamaño», explica el historiador e investigador Fernando Olmedo, comisario de esta exposición impulsada por Emasesa, el Centro de Estudios Andaluces y el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. Olmedo subraya que en este primer mapa de la Bética ya se aprecia un rasgo que será característico de Sevilla: «la fortaleza que representa a la ciudad se acomoda al cauce del Betis, estableciendo de manera explícita la relación entre la ciudad y el río». Pero no será ésta la imagen que se plasme hasta la plena Edad Media en la cartografía erudita cristiana, corriente que inicia en el siglo VII San Isidoro de Sevilla y que explica la presencia de la urbe en unos mapas, los isidorianos, que en realidad son «diagramas muy simples, sencillos esquemas simbólicos» que usan la T inspirándose en la cruz y que son conocidos como mapas de T en O. Bur 111   16v mapa de la provincia Bética romana de Claudio Ptolomeo del siglo II de nuestra era, aunque lo que ha llegado hasta nosotros es una copia bizantina del siglo XIV. Los nombres están en griego, y solo las ciudades de Híspalis y Korduba se rotulan como si tuviesen un castillo de tres torres. Representaciones tan primarias van evolucionando con el paso de los siglos conservando la toponimia romana, como en los llamados Beatos del X, aunque con la singularidad de que los territorios controlados por el islam en la Península Ibérica no se reproducen: es tierra de infieles. En cuanto San Fernando conquista la ciudad en 1248 se le levanta este castigo cartográfico, y así en el beato de San Andrés de Arroyo aparece Sevilla junto a los rótulos de la Bética, Toledo y Zaragoza. Pero si la cartografía cristiana no quiso saber nada de estas tierras durante algunos siglos, todo lo contrario ocurrió con la musulmana, con el matiz de que esta escuela siguió una línea mucho más científica frente a la visión simbólica de su antagonista. Así, la ahora Isbiliya tiene una presencia más que reseñable en dos mapas del siglo X, el del Mediterráneo de Ibn Hawqal y el de Occidente del geógrafo al-Istajri, en el que además de Córdoba, la capital califal, «sólo Sevilla se resalta con el rango destacado de un círculo rojo», enfatizando así su categoría eminente. Y también se le destaca en los mapas del geógrafo ceutí al-Idrisi (siglo XII), que anuncia cómo será la cartografía del futuro al huir del simbolismo y aproximar a la realidad la distribución de montes, ríos, ciudades y costas. El siguiente paso en este camino se da ya en la Baja Edad Media con las llamadas cartas portulanas que, basadas en la observación directa y el uso de la brújula, empiezan a utilizar los navegantes desde finales del siglo XIII. La primera de la que se tiene constancia es la Carta Pisana, de hacia 1290, en la que se refleja la ciudad como flumen Sibilia, el río de Sevilla, revelando su consideración de principal puerto de la zona y punto clave al conectar las vías comerciales atlántica y mediterránea. Así, en el atlas náutico del genovés Pietro Vesconte (hacia 1325) el rótulo de Sevilla se destaca en rojo, el nombre se plasma hasta tres veces en lengua vernácula y en italiano y, sobre todo, su posición se marca con el pendón de Castilla. «Esta tónica de presentar a Sevilla como el gran puerto del occidente meridional europeo se repite una y otra vez en las cartas de los siglos XIV, XV y XVI», subraya Olmedo. c13160-08 3.tif Atlas náutico del genovés Pietro Vesconte (hacia 1325), en el que el nombre de Sevilla aparece tres veces, en lengua vernácula y en italiano. De la ciudad sale el asta del gran pendón de Castilla que domina el dibujo, indicando así su importancia. Entramos por fin en el Renacimiento, en el que la suma de los usos clásicos y las cartas portulanas sienta las bases de la cartografía moderna. Desde el principio, como en el mapa del taller florentino de Pierto del Massaio (hacia 1475), Sevilla «ve prolongado y aún reforzado su estatus de ciudad principal de Andalucía y de la Península», siempre subrayando su relevancia portuaria y consignándose en no pocas ocasiones de manera diferenciada el arrabal de Triana. Para Olmedo, no obstante, hay ahora un detalle «más revelador del auge y la influencia» de la ciudad, y es que el Estrecho de Hércules de la cartografía clásica, el que ahora conocemos como de Gibraltar, se consigna como strictum Sibilie, el estrecho de Sevilla. Esta denominación «no es un apunte aislado, sino que se repite durante casi medio siglo, entre 1482 y 1535, en sucesivas ediciones impresas de mapas de España». Su carácter de capital del imperio se refleja en el hermoso mapa de Andrea Vavassore de 1532, muy decorado, en un momento en el que Sevilla ya es un activo centro de producción cartográfica. De aquí sale en 1579 el primer mapa impreso de Andalucía, que será muy difundido, obra del cosmógrafo sevillano Jerónimo de Chaves y base de todo lo que se hace hasta el siglo XVIII. Ahí le toma el relevo, en 1748, el del ingeniero Francisco Llobet, abriendo la puerta a una producción ya normalizada que tiene hitos como el de 1811, un plano que levanta el Ejército francés durante la ocupación que es el primero que utiliza el sistema métrico decimal para jubilar las indicaciones en varas castellanas, pies y leguas. En 1833 se produce la actual división en provincias hoy vigente, desgajándose en tres el viejo Reino de Sevilla tal y como ya se ve en el mapa de Alabern y Mabón de 1847. A partir de ahí, el grueso de la producción cartográfica de Sevilla está relacionado con el abastecimiento de agua, de ahí los tesoros que esconde el casi desconocido archivo de Emasesa. Pero esa, como suele decirse, es otra historia que merece la pena contarse en otra ocasión.

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