Ésa es la pregunta que se hace cualquier historiador a la hora de analizar fenómenos que alcanzan un nivel alto o cuyas consecuencias son posteriormente muy importantes. ¿Cuándo comenzó a formarse la mentalidad que llevó a miles de personas a la Primera Cruzada?, ¿cuándo prendió la chispa del odio a los judíos en Alemania? Para encontrar respuestas el historiador busca en documentos, crónicas o periódicos del pasado tratando de construir y asentar una teoría y siempre encuentra que aquello no se formó por generación espontánea en la cabeza de cada persona que luego expresó con hechos esas ideas, que hubo unos agentes que las inocularon aunque, a veces, no calcularan del todo sus efectos.
En España, aunque la llegada masiva de inmigrantes se produjera en un tiempo corto, a pesar de la masacre del 11-M, no habían prendido los sentimientos xenófobos. Pero, hete aquí, que alguien descubre que clamar contra ellos puede producir una buena cosecha de votos y, a partir de ahí, comienza una balacera de mensajes proclamando que de todo lo malo que le pueda ocurrir a usted, a mí o al vecino tienen la culpa todos esos millones de personas. Llegará y pasará el 9-M, ganará quien sea pero la semilla de odio sembrada dará frutos. Podemos rezar para que no sean copiosos pero estemos seguros de que en algún entierro veremos a los sembradores con corbata negra y gesto compungido.
Escritor e historiador
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