Toros

Dos toros para levantar una Feria

El excelente encierro de Ricardo Gallardo brindó algunos ejemplares de revolución. David Mora y López Simón fueron los más agraciados por la suerte pero no lograron triunfar.

el 12 abr 2013 / 21:36 h.

TAGS:

David Mora . / J. M. Paisano (Atese) David Mora / Foto: J. M. Paisano (Atese) Se lidiaron seis toros de Fuente Ymbro, muy bien presentados. Segundo y tercero fueron la guinda de un gran encierro en el que también hay que destacar al temperamental y complicado sexto. El primero, bruto, y el cuarto, noble y flojo, dieron menos opciones. El quinto también brindó posibilidades. Curro Díaz, silencio en ambos. David Mora, ovación y silencio. López Simón, ovación tras aviso y silencio. La pregunta flotaba en el aire y seguía sin contestación: ¿por qué no se apuntan las grandes figuras del toreo a la lidia de estos toros fundamentales? Dejando zarandajas toristas aparte –éstos sí embisten, otros no– sólo el concurso de los mejores garantizaría el completo aprovechamiento de estos toros encastados en las vetas más temperamentales de la inmensa casa Tamarón-Domecq que tantas y tantas tardes se van sin torear por completo. No hace falta ni citar nombre. Escojan tres toreros de la primera fila y apúntenlos con esta corrida en la yema de la Feria de Abril. La apoteosis se habría oído en Sanlúcar de Barrameda. Pero no hay manera y es sangrante: se nos está birlando una simbiosis apasionante mientras esos toreros de la cabeza repiten hasta la saciedad tres o cuatro hierros, hasta que los dejan caer en desgracia. Las actuales circunstacias del toreo y el espectáculo demandan una mayor apertura de miras. El caso de los toros de Fuente Ymbro no es único. El pasado año ya se echó por el sumidero otro encierro de Torrestrella que no cayó, no podía caer en las mejores manos. Las figuras se lo pierden, sí. Pero nosotros también y el horno no está para bollos. Ya lo dice el titular y lo repetimos por aquí. Al menos hubo dos toros dentro de una media alta para tirar de la alfombra, romper la feria en dos y relanzar la carrera de dos toreros que luchan por mantener una posición que ha costado tremendos esfuerzos a David Mora y un hueco en la corta tarta de la crisis en la que aún no hay sitio para el almibarado López Simón. Para ellos fueron las dos guindas de este encierro de Ricardo Gallardo, que refuerza tarde a tarde su papel de criador fundamental en la cabaña brava del siglo XXI. Ayer mismo recogía un trofeo que le acreaditaba como mejor ganadero de la temporada 2012. Por la tarde, después de que salieran uno a uno sus pupilos demostró por qué. Empezaremos por el más joven: López Simón repetía en la plaza de la Maestranza, posiblemente avalado por la oreja que cambió por una cornada en esa inesperada alternativa sevillana que sirvió para abrirle cartel a los grandes. Lo dijimos hace un año y lo repetimos éste: sus poses y pasitos, esa cursi puesta en escena, no añade nada positivo a su toreo. Y no se le pueden reprochar falta de ganas ni los tremendos deseos de agradar que le llevaron a entregarse a tope con un toro, el tercero, que acabaría enamorando a todos por esas largas embestidas deslizantes que habrían merecido un toreo a su altura. Suelto e informalete en la lidia y mal sujetado por el matador y la cuadrilla acabó rompiendo con boyantía en la muleta de Simón, que lo toreó más y mejor en el inicio de faena, hincado de rodillas. Después se perdió en un trasteo en el que intentó de todo pero en el que todo no le salió bien mientras el toro se abría como un tren en los embroques con una gotita de rajado –tan buena para torear y colocarse– que acabó cantando más al final de trasteo. Pero no empaña la importancia de este excelente animal que tenía que haberle servido para lanzar su carrera. La oportunidad era de oro y aunque no faltaron esos buenos deseos del madrileño se esfumó por completo. El sexto, fogoso y temperamental, no admitía fallos ni dudas y Simón le abrió la ventana demasiadas veces quedándose a su merced. En unas ocasiones por andar pendiente de ese espejito mágico que no deja de mirar y le puede aurrinar; en la mayoría, por andar descruzado y al hilo de este toro que quería coger la muleta pero lo hacía embistiendo hasta con la penca del rabo. Sólo se le podían hacer las cosas bien y el joven diestro fue cogido dos veces –sin consecuencias– por empeñarse en navegar a la deriva. Le pudo costar caro pero esta vez la suerte estuvo de su parte. Pero ya habíamos dicho que Gallardo –bien arropado por Borja Domecq y Rafael Molina en el callejón– había soltado un jandillón de muy buena nota que hizo segundo y permitió a David Mora estirarse con el capote. Al toledano tampoco le faltaron buenas intenciones y planteamientos en un trasteo largo e inconexo que no llegó a cuajar en faena redonda. El propio Mora pudo comprobar en este o aquel muletazo que el toro se acoplaba perfectamente a su modo de torear pero no llegó a encontrar el hilo ni la resolución que el toro demandaba aunque lograra sentirse en algunos naturales y en varios pases por el lado derecho con los riñones metidos que encontraron el eco del tendido. Pero no se terminaba de cantar el triunfo que acabó por esfumarse en el sablazo final, que asomó. Ofensivo, serio y magro de carnes, el quinto fue otro animal noble que tenía una virtud y un defecto: humillaba en los engaños pero no estaba sobrado de gasolina y había que esperarle mucho, tirar de él siempre y dejarle la muleta en la cara para sacarle rendimiento y administrar sus contadas fuerzas. Mora pasó mucho tiempo en la cara mareando la perdiz y el personal, esta vez, se acabó impacientando mientras crecía en los tendidos la buena impresión por el encierro de Fuente Ymbro y se consultaban los relojes espiando el comienzo de ese derby que acaparaba otras pasiones. El peor parado de la tarde fue Curro Díaz. Sorteó el lote de menores posibilidades aunque esbozó el toreo de mayores kilates en una tarde en la que salió dispuesto. El propio diestro de Linares se había perdido las excelencias de los fuenteymbros lidiados en Sevilla el pasado año. Aquel tira y afloja con la empresa le dejó fuera de la Feria de Abril de 2012 y de una de las mejores corridas del ciclo. Este año no se lo podía perder pero tuvo enfrente un primero bruto y descompuesto que no era apto para la lírica. Había que andar siempre ganándole la acción, mantenerse muy cruzado y dispuesto. Díaz solventó la papeleta sin complicarse la vida pero sin perder los papeles. Con el cuarto, de buena condición pero lastrado por sus pocas fuerzas, trazó muletazos tan bellos como incompletos. No podía ser; al toro le costaba un mundo moverse a pesar del temple y la delicadeza que Curro imprimió a su labor. Un pinchazo y media agarrada con cemento en las agujas dieron térmimo a su labor. El de Linares tendrá que esperar a mejor ocasión.

  • 1