El Instituto de Enseñanza Secundaria Inmaculada Vieira se encuentra ubicado entre El Polígono Norte de Sevilla y la barriada de Villegas, en el distrito Macarena. Se trata de una zona en la que en los últimos años muchas familias inmigrantes han establecido su lugar de residencia tras su llegada a la ciudad. El Inmaculada Vieira es por tanto un centro con unas necesidades educativas especiales ya que gran parte de sus alumnos son hijos de estas familias desplazadas. Un factor que lo convierte en uno de los institutos más plurales e interculturales de los existentes en la capital sevillana. Justin Herrera, Mohammed Amine y Ramatoulaye Fall son tres de estos alumnos. A pesar de compartir una misma realidad: todos son inmigrantes, sus casos son muy diferentes. Justin es ecuatoriano, llegó con sólo dos años a Sevilla. En la actualidad tiene 17 años, estudia 4º de ESO y es un alumno plenamente integrado no sólo entre sus compañeros de clase, sino en el barrio y las costumbres de Sevilla. Por su parte Mohammed sólo lleva en España dos meses, aún no logra comunicarse en español. Tiene 18 años y ha venido a Sevilla al encuentro de su madre, que reside en la ciudad desde hace seis años. El caso de Ramatoulaye, Rama para sus amigos, es diferente también. Su familia se estableció en Tenerife procedente de Senegal hace 14 años. Ella nació en la isla. A pesar de ser española y una buena estudiante, sus rasgos y el color de su piel la delatan. Más que inmigrante, es hija de inmigrantes, y muchas veces siente que pertenece a dos mundos, dos culturas que la hacen sentirse en muchas ocasiones en «tierra de nadie». En general plantean que no les resultó difícil adaptarse al centro y a sus compañeros. El caso de Justin es el menos preocupante, su adaptación fue progresiva. Nunca tuvo que integrarse realmente ya que conoce a sus compañeros desde pequeño. Para Mohammed el problema no es la adaptación en sí como lo es la falta del conocimiento del idioma español. De momento sólo se relaciona con otro compañero marroquí que le hace las veces de intérprete. Quizás la experiencia de Rama es la más dura: «He llorado muchas veces por sufrir burlas de compañeros por mi color de piel». Rama vivió toda su infancia en Tenerife, lo peor vino cuando se mudó a Sevilla y tuvo que integrarse en el nuevo grupo: «He sufrido mucho porque quería tener amigas y me rechazaban por ser diferente». Afortunadamente con el paso del tiempo esto cambió: «Yo misma tuve que aceptar que soy negra, ya que durante mucho tiempo deseé ser blanca como el resto de mis compañeras. Pero ahora no, soy negra y eso no lo puedo cambiar, así soy feliz y tengo muchos compañeros que me quieren tal y como soy». A pesar de que la integración de los alumnos inmigrantes es bastante buena en general, ellos mismos reconocen que tienen mayor relación con otros alumnos de su nacionalidad o raza: «No tenemos problemas con los compañeros españoles, pero si una persona vive la misma situación que tú puede llegar a entenderte mejor». REFERENTE EDUCATIVO. Isabel López es profesora del IES Inmaculada Vieira. Trabaja en el centro desde que se inauguró en el año 1998. Es una de las profesoras más relacionadas con la dinámica del mismo y la más implicada con el trasfondo social del barrio. «No se trata de un zona como lo puede ser cualquier otra. Es un barrio peculiar con unas características variopintas que hacen que tengamos que tener una dinámica de actuación adaptada a la realidad de los alumnos», plantea la profesora. Es una zona en la que residen muchas familias de inmigrantes que incluso conviven en una misma vivienda, asegura Isabel: «Con estas condiciones es complicado que los niños adquieran buenos hábitos de estudio e incluso que acudan a clase a la hora que deben hacerlo». Aunque puede haber algunos episodios aislados que se podrían catalogar como racistas, señala que algunas veces no lo son como tal: «Muchos insultos forman parte de su forma de hablar, no los dicen por el hecho de insultar». Por esto «la mayoría de ataques a la procedencia de los alumnos inmigrantes se deben a una forma de recurrir al insulto fácil, no porque realmente tengan un problema con su procedencia», resalta la profesora. Para Isabel es indiscutible que se trata de un centro multicultural: «Todos los actos y fiestas del instituto se hacen teniendo en cuenta todos y cada uno de los países de los que proceden nuestros alumnos: Marruecos, Ecuador, Senegal, Perú, Nicaragua, Chile, Filipinas, países de Europa del Este y también Rumanía». Incluso, añade como anécdota, durante varios cursos han tenido a unos profesores japoneses de intercambio en el centro: «Organizaban días de encuentro con la cultura japonesa en la que participaban todos los alumnos. Muchos de estos niños del Polígono Norte no han salido de Sevilla y descubren que en el mundo conviven personas muy diferentes». Pero la profesora matiza que esto les ha hecho ser mucho más tolerantes y abiertos con lo desconocido, ya que en un centro con gran carga intercultural, las diferencias no pueden ser una barrera: «Es posible llevarse a un inmigrante a otro barrio donde no haya inmigración y quizás le resulte más complicado que hacerlo aquí». Que no haya problemas es muy difícil, reconoce la docente: «Los hay en todos los barrios y en todos los institutos. Siempre hay alumnos que meten la pata, pero los profesores hacemos ver que eso no está bien y se remite un parte de incidencia a casa para que también refuercen ese aspecto en el seno de su familia». Resalta que es fundamental que en casa se trabaje el respeto al diferente. El centro cuenta además con un educador social que actúa de intermediario en caso de que ocurra algún problema de integración o pequeño conflicto. Siempre que viene un chico procedente de otro lugar se les explica a sus compañeros que hay que aceptar a los que son diferentes. «Se les facilita la integración ya que además tenemos una profesora de apoyo de español para los alumnos extranjeros cuya lengua no es la española», añade. Por otro lado, desde el centro se realizan grupos de teatro que ayudan a los alumnos a integrarse entre ellos. «Este tipo de actividades favorecen la convivencia en el centro y en el barrio», asevera. Comenta que el problema más importante al que tuvieron que hacer frente en el centro ocurrió hace años, cuando hubo pandillas de estudiantes inmigrantes: «Hacían piña entre ellos y no se relacionaban con el resto de alumnos. El educador social tuvo que trabajar mucho con ellos el problema, ya que se empezaban a agrupar como los grupos callejeros de Madrid. Afortunadamente se solucionó». Los jóvenes de ahora son más tolerantes que los de antes, así lo cree la profesora. Incluso se atreve a concluir indicando que en la actualidad «se está ganando el pulso al racismo». ANDALUCÍA ACOGE. Ángel Madero es el coordinador general del Proyecto Stop Rumores de Andalucía Acoge. Una campaña de comunicación y acción social que desarrolla esta federación y que trata de combatir los rumores negativos e inciertos que dificultan la convivencia en la diversidad en nuestros entornos más cercanos. Madero también ha ocupado el cargo de presidente de la federación, responsable de menores y ha trabajado también en el centro de acogida para menores inmigrantes que Andalucía Acoge tenía en Córdoba, como especialista en menores no acompañados. «Está claro que el racismo existe en cualquier sociedad, sólo que no existe de una manera mayoritaria», plantea el coordinador de Andalucía Acoge. Cuando se habla de racismo, Madero asegura que siempre viene a la cabeza el grado máximo de xenofobia, de actitud cerrada a las diferencias. Destaca que aunque en nuestra comunidad se hayan podido dar casos de este tipo, la gran mayoría de la población andaluza no mantiene esta condición: «Nuestra comunidad mantiene una relación ante la diversidad bastante abierta e integradora» con la población de inmigrantes. En cuanto a las causas que propician el racismo, Madero plantea que está demostrado que éste es inversamente proporcional a la desinformación y a la falta de conocimiento de la realidad del otro. «Eso no quiere decir que la gente que tenga formación académica esté exenta, sino que tienen falta de información hacia la convivencia, y eso no depende más que de la capacidad que cada persona tiene para convivir», destaca el coordinador. Además de la desinformación influye también el miedo a lo diferente, resalta Madero: «En la actualidad existe miedo a no saber buscar explicaciones a cosas que están pasando, como la crisis que estamos viviendo. En estos momentos lo diferente sale a la luz como chivo expiatorio y se produce un estereotipo que nada tiene que ver con la realidad de las personas inmigrantes». Tiene claro que contra el racismo se trabaja informando y fomentando espacios de encuentro y reflexión, adoptando una actitud crítica ante la vida. «Es la única forma de dejar atrás los estereotipos y los clichés». ¿Se nota en los jóvenes un cierto cambio de actitud? El coordinador de Andalucía Acoge plantea que una parte importante de la juventud tiene un sentido mucho más crítico y una conciencia de la diversidad más amplia de lo que tenían hace años. Pero también subraya que existe una parte de la juventud que, por miedo al futuro, busca al «diferente» para justificar las dificultades que se encuentra en la vida. Madero hace hincapié en el hecho de no caer en generalizaciones: «Se trata de una población totalmente heterogénea, por tanto habrá inmigrantes que hayan experimentado situaciones racistas y otros que no. No se puede afirmar por tanto que la población inmigrante se siente tratada de forma racista». «España nunca ha dejado de ser un país de inmigrantes, ahora volvemos a una lógica de inmigración que es la habitual en España», manifiesta. Para él resulta curioso que se rechacen a los «latinos» que vienen buscando trabajo, cuando siempre han recibido a los españoles con los brazos abiertos. Además destaca: «Hay gente que piensa que los españoles que salen a buscarse la vida a países europeos, no son inmigrantes, y sí lo son. Lo son igual que todo el que acude a otro país buscando una oportunidad laboral para asegurarse el futuro», concluye el coordinador de Stop Rumores.