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"Cuba no se ha dado cuenta de que Nicaragua es una dictadura"

El escritor y sacerdote Ernesto Cardenal celebra su premio Reina Sofía y critica a Daniel Ortega

el 22 ago 2012 / 19:50 h.

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A sus 87 años, Ernesto Cardenal tiene un aspecto de anciano frágil que no le impide pasarse dos buenas horas firmando libros y retratándose con sus lectores, como hizo recientemente en la Feria del libro de Madrid, o hablar con soltura y energía de los más variados temas. Tocado con su característica boina, y luciendo sus barbas blancas y su impoluta cotona, la camisa de los indígenas nicaragüenses, este escritor recientemente galardonado con el premio iberoamericano Reina Sofía de poesía, paradigma de intelectual de izquierdas, celebra haber dejado de ser "el poeta menos premiado de la lengua española", como solía decir.

"Ya no me puedo jactar de eso, porque en los últimos tiempos he tenido dos premios, el Pablo Neruda en Chile, y en España el Reina Sofía", explica. Y cuando se le comenta la casualidad de que su amigo, el chileno Nicanor Parra, se haya hecho hace poco con el Cervantes, agrega: "No sé, es cosa de los jurados. Y todos son arbitrarios".

Nacido en Granada (Nicaragua) en 1925, después de viajar por México, España, Italia, Suiza y Estados Unidos, en 1950 regresó a su país para tomar partido en la revolución contra Anastasio Somoza, aunque no sería hasta 1979 cuando obtuvo su victoria el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El nuevo gobierno revolucionario le nombró ministro de Cultura, labor que desempeñó durante ocho años. La ruptura con el sandinismo, que comenzó en 1994, es hoy abierto divorcio, cosa que no sucede con el castrismo, que también frecuentó, y cuya relación plasmó en su libro En Cuba.

"Mi relación con la Revolución cubana es buena, aunque tal vez Cuba como Gobierno no se ha dado cuenta de que en Nicaragua no hay revolución, sino dictadura: la de Daniel Ortega, su mujer y sus hijos", asevera. "Desgraciadamente, el tiempo de Ortega no solo no se ha terminado, sino que está empezando su dictadura", agrega, y hace un gesto horizontal con la mano, que puede leerse como ‘nada más que añadir'.

Lo que sí le fascina es la llamada Primavera árabe, aunque subraya que no tiene nada que ver con lo que él conoció en Centroamérica: "Son revoluciones distintas, que han surgido en épocas diferentes y con distintas circunstancias. Nadie esperaba una revolución en estos países árabes, que estaban tan sometidos, pero de repente se rebelaron. "Así son las revoluciones, nadie esperaba tampoco la Revolución Francesa. Hay un testimonio de un embajador norteamericano que escribe entonces de lo que está sucediendo en París, y no tenía ni idea de la dimensión de la Revolución Francesa. Tampoco se esperaba nadie el triunfo de la revolución de Nicaragua. Y las nuevas revoluciones que vendrán, las estamos esperando...", concluye Cardenal, quien celebra que la religión no haya capitaneado las revueltas. "La religión musulmana, de suyo no es revolucionaria. Es una revolución atrasada. La mística del Islam es la que es muy avanzada".

INTRIGAS VATICANAS

Para mucha gente, la figura cana y sonriente de Ernesto Cardenal va indisolublemente unida a una imagen: la de este poeta y sacerdote -ingresó en el entrar en el monasterio de Gethsemani (Kentucky, EEUU) en los años 50, y fue ordenado en Managua en 1959- arrodillado frente al papa Juan Pablo II, que le amonestó severamente. La estampa tuvo lugar en 1983, con motivo de una visita oficial del pontífice a Nicaragua. Cardenal, como Ministro de Cultura, formaba parte de la comitiva gubernamental que lo recibió. Y allí, en la misma pista de aterrizaje y ante docenas de fotógrafos y cámaras de televisión, recibió el encendido rapapolvo de Wojtyla, entonces seriamente enfrentado a la Teología de la Liberación, con la que Cardenal simpatizaba abiertamente.

"Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del partido/ ni asiste a sus mítines/ ni se sienta en la mesa de los gangster/ ni con los generales del Consejo de Guerra", escribiría más tarde Cardenal. "Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano/ ni delata a su compañero de colegio// Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales/ ni escucha sus radios/ ni cree en sus slogans//

Será como un árbol plantado junto a una fuente...". Ahora, el poeta que bendecía a quien "no espía a su hermano" asiste a las intrigas vaticanas de Ratzinger y El Cuervo como quien sigue una novela de espías. "Realmente, es una novela muy interesante", comenta. "Ya se habrían hecho muchas novelas sobre los secretos del Vaticano, pero es la realidad la que se nos revela aquí; no como ficción, sino como acontecimiento histórico. Y está bueno que se sepa todo esto...", apostilla el nicaragüense.

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