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Cuestión de estilo, cuestión de calidad

El Betis se rebeló a la lógica, a las matemáticas y a aquello que llaman bipolaridad con un sistema atrevido y un canterano, Álvaro Vadillo, con el DNI en los bolsillos. 

el 15 oct 2011 / 20:12 h.

El madridista Xabi Alonso derriba al bético Nacho.

Cuestión de estilo, cuestión de calidad. Pepe Mel es madrileño. El arte, andaluz. En uno de los templos del balompié patrio, el Betis, con la condición de recién ascendido incinerada a base de goles, filigranas y atrevimiento, fue un fugitivo durante 45 minutos, el tiempo que Mel y sus discípulos robaron a un crono que se eternizó tras el despliegue de la sinfonía merengue.  

Con o sin manual de suicidio, el conjunto de La Palmera propuso un fútbol sugerente y una pizarra made in Guardiola. 4-3-2-1 y un canterano, Álvaro Vadillo, con el DNI en los bolsillos. El Real Madrid de Mourinho recibió el mensaje en el sofá. Con la sensación de que el esclavo pediría clemencia cuando exhibiera su artillería. Pero el Betis se rebeló a la lógica, a las matemáticas y a aquello que llaman bipolaridad. Se sabía cadáver y buscó un orificio para dañar la sólida línea de contención del conjunto de Chamartín.

En el Bernabéu, allí donde el fútbol fue magia durante décadas, Mel quiso modelar al Betis simpático y atrevido que ya disertó en el Camp Nou el anterior ejercicio durante una bella noche copera. Y trató de vertebrar su fútbol con una zaga en la línea de medios y unas bandas incisivas. Con el cuchillo entre los dientes.

La lesión de Vadillo apagó el carril diestro y catapultó a Sergio Rodríguez, otro producto de una fábrica inagotable y en números rojos de libertad económica. Y el Betis renunció al papel de invitado. Se enfundó la piel de lobo y caminó firme cual trapecista por la línea invisible del peligro. Buscó el gol y el reconocimiento general. En un Bernabéu atestado de público y sediento de títulos. Como los que prometió Mourinho cuando fichó en la inauguración del megaproyecto de Florentino.

Florentino es empresario. Miguel Guillén, también. Florentino es un magnate. Guillén, un currante de Tabladilla que ha modernizado al club de su vida a base de medidas innovadoras y un marketing más propio de Bruselas que de Sevilla. Y, además, preside una entidad simpática para el pueblo llano, aquel que hubiera pedido indultar al esclavo, el Betis, en el coliseo de los ricos.

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