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Cuidado con el público

Ayer, tras las copas con que nos obsequió El Correo a los columnistas, que fueron estupendas y muy interesantes como siempre, comencé la temporada navideña con la primera de las actuaciones en el colegio de mis hijos.

el 15 sep 2009 / 19:46 h.

Ayer, tras las copas con que nos obsequió El Correo a los columnistas, que fueron estupendas y muy interesantes como siempre, comencé la temporada navideña con la primera de las actuaciones en el colegio de mis hijos. Temprano empezaron, porque van a ser muchas y es mejor evitar las aglomeraciones. Todo muy bonito y entrañable, como son estas cosas, con gran esfuerzo de profesores e infantes que los padres y abuelos disfrutamos mucho. Mucha exhibición de cámaras de vídeo, y con mis vecinos de asiento pude comprobar la evolución de las Handycam en los últimos años. La mía, lamento decirlo, es ya una antigualla. Cuando salieron los de tercero vestidos de angelitos apagaron las luces, y el efecto fue magnífico: en medio de la oscuridad lucían los farolillos de los niños; y entre el público comenzaron a encenderse unas luces brillantes que pronto dieron la impresión de un cielo estrellado. Yo me puse a grabar este espectáculo, al público, y no a los artistas. Las luces, claro está, eran los visores de las cámaras, de fotos y de video, que resaltaban entre las cabezas. La mayoría vieron el espectáculo a través de estos ojos electrónicos. Entre tanta cámara me asaltó una duda terrible, y tuve que plantearme la pregunta más siniestra: "¿Cuál, de todas estas cámaras, era la del espía de la SGAE?". El espía pasaría desapercibido, entre tanto familiar filmando; nadie sospecharía de un propio con una cámara. A los pocos días, la denuncia; después, la multa al Colegio por vulnerar los derechos de autor de los villancicos y otras coplas; inmediatamente, la derrama entre los padres para ayudar a pagarla. Total, un pico y un sofocón. Un sinvivir, esto de la persecución del canon. Y eso que son niños, que el público es de padres y que nadie gana dinero con el asunto. Lo mismo da, hay que hacer caja con la excusa de defender a los autores. Todos sabemos que hemos ido demasiado lejos, pero medios y poderes tiene la organización para hacer que la cosa no se normalice. Todos somos delincuentes, y ahora hay una policía no de la creación, sino del dinero que genera. Ahora siempre tendremos que tener cuidado. El peligro está en el público.

Catedrático de Derecho del Trabajo

miguelrpr@ono.com

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