La restauración de la Iglesia del Salvador ha finalizado y el proyecto del cardenal de conectar sus visitas culturales con las de la Catedral será de mayor alcance del que, a simple vista, pudiera parecer, porque con seguridad abrirá una nueva ruta turística. El Salvador conectará la frontera de la calle Alemanes (por la cual pocos visitantes pasan hasta ahora) con el Museo del Flamenco, San Isidoro, el aljibe romano de Pescadería, la Casa de la Condesa de Lebrija y los restos arqueológicos bajo las setas de la Encarnación. Eso sin contar que la misma plaza de la Colegial es, a mediodía y en las primeras horas de la noche, un espectáculo humano lleno de autenticidad, merecedor de ser destacado en cualquier guía.
Pero a lo largo de la obra restauradora también se desarrolló otra: la intensa actividad cultural del Patio de los Naranjos, donde cupieron tanto las actividades de las hermandades allí radicadas como conferencias, presentaciones de libros, muestras de artes plásticas y conciertos de música clásica o contemporánea. Todo esto es obviado en los recientes reportajes y en los planes que la diócesis tienen para el conjunto. Todo, pues, indica que la cultura en el antiguo patio volverá a ser la programada por las hermandades que lo ocupan. Más de uno tiene ahora la sensación de haber sido un tonto útil y de que no sólo en los partidos comunistas había compañeros de viaje.
Antonio Zoido es escritor e historiador
