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Dale un balón de basket y moverá el mundo

El presidente de la Federación Española ha sabido invertir el éxito de los Chicos de Oro en un gran proyecto que garantiza el futuro.

el 26 ago 2012 / 16:46 h.

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La vida y los sueños de José Luis Sáez (Badajoz, 9 de marzo 1960) tienen un espacio y unas dimensiones concretas: 28x15 metros, 94x50 pies, en honor a James Naismith. Sobre una cancha de baloncesto, pero sobre todo alrededor de ella, gira su existencia. Nunca quiso ser un mero observador. Tal vez en ese papel estuvo un minuto, el primero inmediatamente después de que en los Maristas le cambiaron el balón de balonmano que traía en las manos de Badajoz, con 11 años, para entregarle uno bastante más grande. Entonces, en la calle Canalejas, se puso a imaginar que con aquel esférico se podían transformar casi todas las cosas, incluso el mundo. Sólo le faltaban los instrumentos y como parte de esa especie de hombres adelantados a su tiempo, siempre ha sabido encontrarlos en las diferentes fases del partido que sigue jugando. Lo importante, como dijo Arquímedes, es partir de una idea, de un punto de apoyo. Cancha arriba, cancha abajo, Pepe Sáez ha ido buscando siempre un modo de crear un universo, una estructura en continua evolución, inconformista, innovadora, ambiciosa, asentada en los valores más románticos y añejos del deporte que ha sabido llevar también a imagen de marca para obtener los recursos económicos necesarios para alimentar los numerosos espectros del desarrollo de su federación.

La génesis de la cuadratura del círculo se sitúa en 1999 en Lisboa. El mundial júnior paría a una de las mejores generaciones de jugadores de todos los tiempos. Un equipo extraordinario de talento puro armado de unos valores que los elevaban a categoría de modelo, gente formada, sin límites, que ha llorado en dos finales olímpicas cuando antes de ellos con derrotas así se contaba. No bastaba con estar. Se trataba de ser campeones. "No hemos venido a hacernos una foto con los americanos". Esa frase de Pepe Sáez resume el ideario de un camino de éxito inigualable que, al ritmo de otros elegidos, ha provocado un cambio mental, una disposición diferente. Desde el principio el abogado Sáez, que en 1998 ya era vicepresidente de la FEB, supo ver en aquellos muchachos mucho más. Cuando todos auguraban muchas medallas, él veía además la posibilidad única de transformar para siempre su deporte, creando las condiciones oportunas y necesarias para que las generaciones posteriores siguieran subiendo a los podios. Desde 1998, la FEB ha conseguido alrededor de 70 medallas en campeonatos internacionales en todas las categorías. De un presupuesto que no llegaba a 8 millones ha pasado a 20, de los que sólo un 20% corresponden a subvenciones públicas. El número de licencias de jugadores supera el medio millón, de los que unas 130.000 corresponden a mujeres. Llevando miles de balones a los colegios, creando nuevas competiciones profesionales pero también de captación y promoción, profesionalizando todas las áreas es más fácil encontrar el éxito. Había que estar a la altura de aquellos muchachos de Lisboa.

Aunque sigue fardando con los amigos, los que le apodaron El Tumba -que sirvió para el nombre del bar que abrió en la calle San Roque, Tumbasket-, de su tiro elegante, de meter triples sin levantar los pies del suelo, pronto se hizo entrenador cuando no se reconoció suficiente talento para ser jugador profesional. Cogió la pizarra también en el Labradores. Y fama de sargento, hasta que entendió que los sistemas que tenía en la cabeza sobrevolaban al juego. Hombre decidido pero poco dado a acomodarse en la decisiones más cómodas, ha tenido desencuentros con algunos de los entrenadores que han colaborado en los grandes éxitos de la ÑBA, como Pepu Hernández o Aíto García Reneses, con los que no alcanzó el grado de complicidad casi familiar que mantiene con los chicos de oro, en especial con Juan Carlos Navarro. Su última controversia fue con el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, al que retó a un debate políticamente incorrecto, en su afán por agitar unas estructuras que considera tan poco efectivas como inmovilistas. Con la Liga ACB también ha tenido sus más y sus menos y el que quiere le encuentra. Los innumerables premios que le han dado, en todos los ámbitos, deportivos y sociales, no le acercan a la autocomplacencia, sino todo lo contrario. Pepe Sáez está en un viaje permanente, abstracto y real. Y eso que no tiene carnet de conducir. Le ha dado muchas vueltas al mundo, que no es más que un gran balón de baloncesto. De vez en cuando para en Sevilla, o en Sanlúcar de Barrameda, dice que para desconectar. Pero no lo hace nunca. En twitter siempre le encontrarás. Es un enfermo de la información y siempre está a la última en la tecnología que se la pueda proporcionar. Lector empedernido, dice que sin prejuicios, desde Nietzsche a Pérez-Reverte o Benedetti, ahora prepara un Mundial que también acercará a Sevilla. Su apuesta por un nuevo pabellón, concebido como espacio de ocio y negocio, ha chocado de frente con la crisis. Es un reto que tiene pendiente. Y hay pocos que se le resistan.

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