Cultura

David Bisbal ya sólo mira al frente

el 30 jun 2010 / 22:52 h.

-->-->-->Lo esperaban desde el martes, a pesar del termómetro, decenas de fans a las puertas del Auditorio de la Cartuja y, a juzgar por cómo tembló ayer el Rocío Jurado y por sus enloquecidos gritos, les mereció la pena.


El almeriense David Bisbal demostró ayer que, tal y como dice el nombre de su gira, ya no mira atrás. Exhibió durante más de dos horas de eufórico concierto toda la artillería musical que viene compilando desde que hace ya la friolera de nueve años se diera a conocer en Operación Triunfo, donde versionó toda suerte de temas y fue conformando un estilo propio. Ayer, con su gira Sin mirar atrás 2010, no tiró de karaoke, sino que ofreció una selección de sus mejores y más populares canciones.

El auditorio, que no llegó a llenarse del todo, bailó todos los éxitos en una espectacular actuación donde la complicidad entre público -eminentemente femenino- y el artista fue total, aunque quizá faltó algún invitado especial -en Madrid contó con Raphael- y algún guiño musical a la ciudad, a la que, eso sí, piropeó constantemente, llegando a besar el escenario para proclamar un sonoro "viva Sevilla, viva Andalucía".

El despliegue multimedia animó un concierto que de por sí ya mantuvo ocupados a los sentidos. Los más de 250.000 vatios de iluminación le dieron pie para salir a calmar a un público sediento de show, que iba a tumbar el Auditorio cada vez que Bisbal, a golpe de ricitos, gritaba eso de "ole las niñas guapas de Sevilla". "Sevilla, qué arte, Dios de mi vida. Qué bonito es actuar en este legendario Auditorio Rocío Jurado", dijo tras arrancar con Sin mirar atrás y Esclavo de tus besos.

El tercero de sus temas, Al Ándalus, le sirvió para declarar su amor por su tierra, a la que no se ha quitado de la cabeza: "Éste es el concierto número 43 de mi gira. He tenido que dar muchos fuera de España. Menos mal que hay un tema que me hace viajar a Andalucía". Y lo demostró, enloqueciendo al público a base de contoneo de caderas siguiendo esos ritmos árabes.

Continuó con Dame tu amor y 24 Horas. Y de la emoción contenida de estos temas giró hacia la pasión desenfrenada de Oye el boom, una canción con la que Bisbal demostró que, a pesar de su recién estrenada paternidad, sigue echo un chaval, repitiendo sus famosas patadas al aire y giros imposibles, marca de la casa, con los que levantó a las casi 5.000 personas que asistieron a sudar el espectáculo.

Después llegaron Cómo olvidar y Lloraré las penas, dos clásicos de su repertorio, que le valieron para demostrar la calidad de la banda, que además de acompañar al cantante, aflamencó alguno de sus hits.

Y mientras las guitarras tomaban el escenario, David se cambiaba en el camerino y pasaba de un look informal a enchaquetarse. Entre tanto, las pantallas del escenario iban mostrando al público, exclusivamente al femenino. "Vaya mujeres guapas que hay enSevilla", insistió al reaparecer.

Entonces llegó el momento verdaderamente romántico de la noche, con la canción Mi princesa, dedicado a su hija Ella.

Y tras los imprescindibles Aquí y ahora, Sufrirás, Ave María y Bulería, o un sosegado Dígale, Bisbal tiró de sentimiento patrio. Y como estamos de Mundial, se enfundó la Roja y desató una vez más la locura cuando sonó Wavin' flag, el himno de la Copa del Mundo de Sudáfrica. Pura pasión.

 

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