Hasta la tetería vendía bocadillos de jamón y lomito. Lógico. La hora de comer pilló a muchos guardando sitio en San Esteban. No había tiempo que perder, aunque el almuerzo se hiciera de pie y con algún que otro pisotón por la consabida frase: "¿Me deja pasar?" La lluvia del día anterior había avivado las ganas de disfrutar tranquilamente de una salida sin tener que escuchar el dichoso pinganillo. Y ésta, la de San Esteban, es de las que no hay que perderse.
Comentaba Antonio Ariza, hijo de José, que "las medidas de la puerta se tienen en mente de un año para otro. Eso no se olvida". Lo aprendió de su padre, a quien dedicó la primera levantá del paso de misterio: "Va por mi padre, que se ha jubilado y que seguro estará pendiente de esta salida". Las marchas Pescador de hombres y La clámide púrpura acompasaron las primeras chicotás. Se estrenaba la agrupación musical de la Redención, después de años con Virgen de los Reyes. El cambio se notó bajo las trabajaderas. Hasta el punto de que el capataz pidió "una pesetita" para avanzar hacia la Pila del Pato.
Pero lo más difícil estaba aún por llegar. El pregonero de la hermandad, Antonio Bellido, animaba a los hombres del palio:_"¡Levántala costalero, y vamos al cielo con Ella. Tós por igual valientes!" Algo más que valentía echaron los costaleros, los de dentro y los de fuera, pues una cuadrilla agarraba por fuera los respiraderos mientras que abajo se echaban las rodillas al suelo. La plata de los varales fue sorteando (arañando) los dientes de la ojiva. Elevado el palio, los Ariza lloran y se abrazan. El relevo está consumado.