La hora más esperada por todos en el colegio Esperanza Aponte ya no es la del recreo, sino la de ir a su huerto. Y como no es oro todo lo que reluce, antes de la siembra los pequeños ya han tenido que trabajar lo suyo removiendo tierra y abriendo zanjas que pronto lucirán repletas de pimientos y tomates.
El Huerto Coliflor es el nombre elegido por los niños para este terreno que les permite conocer de primera mano cómo se siembran y se recolectan los vegetales. "Muchos no sabían de dónde vienen las cebollas o las patatas, y ahora ya ven todo el trabajo que hay detrás", comenta la coordinadora del proyecto, María José Franco.
De un pequeño cuarto junto al huerto se ve salir a un grupo de unos 10 estudiantes de entre 10 y 11 años, todos de quinto de educación Primaria, a los que les corresponde en esa jornada las labores. Yeray, Zuleyka y Brígida, armados con sus azadones, palas y rastrillos, se dirigen diligentes hacia el huerto. Su tutor, Paco Díaz, los vigila muy de cerca acompañado por la coordinadora. "Es muy importante hacer este tipo de actividades al aire libre para sacar a los niños de las cuatro paredes de una habitación", explica el profesor. "Pese a que sembramos cosas en el aula e intentamos que las clases sean ilustrativas, no es lo mismo", puntualiza la docente.
Los niños se manejan con soltura con los instrumentos de labranza, casi tan grandes como ellos, pero no pueden evitar cansarse por la dureza de los trabajos. "Voy a parar un ratito", comenta Brígida tras soltar su azadón. "Enseguida vuelvo", se justifica con inocencia.
Son los mayores, los de segundo y tercero de educación Primaria, los encargados de cuidar del huerto. "Los de educación Infantil ya lo conocen y hacen trabajos en clase sobre la siembra, pero al ser más pequeños sólo vendrán en momentos puntuales como el riego o la recogida", explica la coordinadora.
Eso sí, el huerto no es de nadie, sino de todo aquel que quiera colaborar. Es el caso del padre de uno de los alumnos, que va a traer plantones de calabaza. De este modo, poco a poco y con la ayuda de muchos, el proyecto está saliendo adelante para alegría, sobre todo, de los más pequeños.
Los niños no llevan mucho tiempo trabajando en el lugar, porque las lluvias de invierno y el estado de las tierras (que obligó incluso a la intervención de una excavadora del Ayuntamiento de San Juan) no hicieron posible comenzar antes con el acondicionamiento del terreno.
No obstante, el buen funcionamiento del proyecto y el entusiasmo despertado tanto entre los niños como entre los adultos ya hace pensar en ir más allá. Se pretende ampliar el área de cultivo y también hay otro proyecto, todavía por madurar, de realizar una feria de hortalizas en la que se puedan vender los productos de la huerta. "Estamos abiertos a todo tipo de participación y sugerencia, porque hacen que esto crezca", cuentan sus promotores.
Con mucho trabajo todavía por delante, todos se afanan en mejorar cada día este espacio en el colegio. "Los niños no dejan de hacer sugerencias e incluso dibujaron un mural con el nombre del huerto con letras que simulan hortalizas", comenta la responsable. Y es que pocas veces en una pequeña porción de tierra se sembró tanta ilusión.