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De estatuas y muñecos

Se habla estos días de estatuas. O muñecos, según se mire. Tonterías sobre pedestales que sólo provocan el rechazo o, justo es reconocerlo, la beata admiración de los amantes de las fruslerías.

el 14 sep 2009 / 23:06 h.

Se habla estos días de estatuas. O muñecos, según se mire. Tonterías sobre pedestales que sólo provocan el rechazo o, justo es reconocerlo, la beata admiración de los amantes de las fruslerías. Debe haber muchos y muchas a juzgar por las pocas o ninguna voz que se alza, desde eso que damos en llamar sociedad civil, con la autoridad y el conocimiento suficiente contra la vacuidad de esa moda ramplona y falta de todo interés.

Por cierto, mientras escribo, me asalta una muñequita sentada sobre unos cuantos libros, rodeada de ratoncillos, que pretende ser un monumento a Clara Campoamor, en la Plaza de la Pescadería. Mira que yo he defendido la actuación en esa plaza, porque me la ha devuelto, para gozar lo que antes era patrimonio de los amontonados coches que la ahogaban y nos la prohibían. Pero no es defendible ese monumento a Clara Campoamor, la diputada que en las Cortes de 1931, frente a toda la masculinidad militante, logró que se aprobara el derecho de las mujeres a votar.

Nada menos. Aquella mujer consiguió para todas las mujeres españolas el derecho a ser ciudadanas, hizo realidad el sufragio universal que hasta entonces, por más que así lo llamaran, era sufragio masculino y solo masculino. Pues bien, a aquella ciudadana se le debe en cada ciudad y pueblo de este país un monumento a su altura. En Sevilla, pese a la muñequita de la Plaza de la Pescadería, también. ¿Dónde las mujeres? ¿Dónde las feministas?

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