Cultura

De la abolición al baile de corrales en El Puerto

Análisis sobre la actualidad taurina, que sigue enfrascada en los coletazos de la prohibición en Cataluña y en lo sucedido este fin de semana en El Puerto de Santa María.

el 09 ago 2010 / 19:45 h.

* Después de Cataluña. Pasó la inmensa tremolina mediática y social montada tras la polémica abolición de la lidia en tierras catalanas y la torería andante prosigue su camino por las ferias y las tierras de la vieja piel de toro.

Ya contamos que los toreros han tomado su propia iniciativa adoptando espíritu de cuerpo y desmarcándose de otras intentonas vertebradoras que han confirmado su inoperancia. La primera consecuencia será el encuentro que la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, ya ha confirmado con ellos cuando pasen las vacaciones agosteñas.

Mientras, la profesión mantiene su propio rumbo sin salir de los estrechos límites de un planeta que se resiste a barrer bajo las alfombras. Ya hemos explicado alguna vez que el peor enemigo de esta fiesta nuestra está dentro de sus propias lindes. Bien está la reunión con la ministra, pero la presunta panacea de Cultura no puede suplir la inexcusable reorganización de las bases del toreo. Los sucesos vividos el pasado domingo en la plaza de El Puerto podrían ser un buen ejemplo de todo ello.

* De la politización. Todos los analistas, desde cualquier ángulo de visión, han coincidido al denunciar la politización y el carácter identitario de un debate abolicionista que nada ha tenido que ver con la supuesta protección de los animales. En esa tesitura, chirría que ahora se quiera implicar a la Casa Real desde otras trincheras. El rey Juan Carlos ya dejó clara su vocación taurina en la última visita realizada a la casa y la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, de la que es su Hermano Mayor efectivo. Usar la opinión de los toreros de forma descontextualizada pertenece a otro tipo de oportunismo que no lleva a ninguna meta legítima.

* Lío en El Puerto. Lo apuntábamos más arriba. El brillante espectáculo celebrado el pasado domingo en la Plaza Real de El Puerto de Santa María estuvo a punto de no celebrarse. Se sorteó tarde y mal, con la sombra de la suspensión amenazando la celebración de una corrida en la que se acabó lidiando una escalera ganadera de tres hierros distintos. Los toreros quisieron escenificar su indignación por el rechazo facultativo de la corrida de Zalduendo que había preparada para la ocasión.

¿Tenían razón? Vamos por partes: muchos aficionados ya habían salido mosqueados por la escasísima presencia del encierro de Parladé lidiado el sábado. Para el domingo, la presencia de Cayetano y los habituales enjuagues de Curro Vázquez no hacían presagiar demasiada tranquilidad en los corrales. Los peores presagios se cumplieron a las dos de la tarde. Entre tiras y aflojas, la corrida se había dado por suspendida por la terna anunciada.

* Platos rotos. La empresa Serolo llegó a llamar a otros toreros, como el local Alejandro Morilla, para recomponer el desaguisado, pero finalmente El Juli, Morante y Cayetano decidieron echar para delante la corrida en previsión de males mayores y hasta emitieron un comunicado a través de los medios digitales especializados. Hay quien dice que las formas del presidente no fueron las más indicadas, que se acabaron aprobando toros inicialmente rechazados, que pecó de autoritarismo...

Todo eso podría ser reprobable, pero el fondo de la cuestión es otro bien distinto. Lo que no es de recibo es que se escoja una corrida esmirriada para un espectáculo de máximo nivel, con un cartel estrella y rodeado de la máxima espectación. Sigamos buscando enemigos fuera, la casa sigue sin barrer.

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