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De la Comedia del Arte a la Comedia de salón

el 27 ene 2012 / 20:42 h.

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Un espacio con cien puertas que nos plantea un delicioso juego teatral de sugerencias. Es el eje central de esta nueva versión de ‘El Avaro' con la que Jorge Lavelli aspira a conseguir el deseo de Moliere de "hacer reír a la gente honrada" siendo fiel al espíritu crítico y rebelde del teatro.Para ello construye una dramaturgia que se centra en resaltar, por encima de todo, el egoísmo del personaje central al que presenta, más que como a una víctima de su obsesión, como a un ser despiadado e ingrato incapaz de querer a nadie. No obstante, se trata de una versión bastante respetuosa al texto original y a su espíritu cómico del que se desprende la férrea crítica que Moliere ejerció en todas sus obras a la hipocresía de su sociedad, así como su apuesta por una juventud liberada de las restricciones morales de su época.

La puesta en escena remite, por el vestuario y la caracterización de los personajes, a los cómicos ambulantes italianos que triunfaron en Francia en el siglo XVIII y fueron directamente responsables de la vocación teatral de Moliere. La fluidez del ritmo, marcado por el juego de entradas y salidas así como por los cambios escenográficos que llevan a cabo los propios personajes, incide en la comicidad de la obra, al igual que el trabajo de interpretación, a caballo entre el naturalismo y la gestualidad de la Comedia del Arte salvo en lo que respecta al protagonista, quien lleva a cabo una actuación que se acerca mucho más a la Comedia de Salón del siglo pasado. En ese sentido Galiardo delimita un plano de interpretación que lo sitúa en un lugar preferente con respecto a sus compañeros y compañeras de reparto, y no solo por su innegable dominio y poderío escénico, sino porque su personaje no casa con el resto de la obra. Lástima que eso reste coherencia a esta propuesta que, por otra parte, se trata de una valiente producción que se atreve a subir a escena un reparto de catorce intérpretes entre los que se encuentran actores de la talla de Manolo Caro, quien nos regala una interpretación repleta de matices en su doble papel de lacayo y comisario.


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