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De la ilusión al lastre de la deuda

PSOE, PP e IU alertan sobre los peligros de la reforma del régimen local en un acto al que el PP dio plantón. Villalobos censura dos de las grandes lacras del municipalismo: los proyectos megalómanos y la corrupción.

el 03 abr 2013 / 22:46 h.

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La Diputación de Sevilla vivió ayer el 34º aniversario de los primeros ayuntamientos democráticos con una profunda nostalgia por la época de las chaquetas de pana. Sin disimular el sentimiento de que para un municipalismo acosado por la falta de dinero cualquier tiempo pasado fue mejor, alcaldes y exalcaldes añoraron en voz alta aquellos años, en torno al 79, en los que no se daba abasto para asfaltar calles, poner tuberías y hacer carreteras, pero se tenía la sensación de que un futuro ilusionante estaba por llegar: “Éramos una raza valiente, reivindicativa. Ahora siento el desasosiego, la falta de reivindicación y rebeldía cuando nuestros pueblos están llenos de parados y se nos culpa de una deuda que en un 74% es del Estado”, resumió el exalcalde andalucista de Constantina Juan Antonio Rivera. Dio un paso más el alcalde de Los Palacios y Villafranca, Juan Manuel Valle, en nombre de IU: apenas dedicó unos minutos a felicitar a los consistorios por haberse consolidado como gestores de los problemas cotidianos antes de asestar el aviso: “Esta puede ser la última celebración del modelo de ayuntamientos democráticos definidos por la Constitución y el Estatuto de Autonomía, en peligro por el proyecto de reforma de la administración local. El peligro es enorme”. Los portavoces en la Diputación de PSOE, PA e IU, y sus representantes en el acto, junto al presidente y al autor del libro Historias de vida. J.M.Paisano (Atese) Los portavoces en la Diputación de PSOE, PA e IU, y sus representantes en el acto, junto al presidente y al autor del libro Historias de vida. J.M.Paisano (Atese) El regidor de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, el alcalde más antiguo de Sevilla –y de Andalucía, y de España–, concretó ese peligro, que a sus ojos hace despreciable la dificultad de los inicios: “Estamos hoy peor que nunca. Antes no teníamos competencias, pero ahora nos hemos quedado con las competencias y sin dinero para financiarlas, cuando las necesidades están creadas. Esta ley es un paredón para los ayuntamientos, empezando por que los de los municipios de menos de 5.000 habitantes van a desaparecer”. El Partido Popular temía que la celebración se convirtiera en un acto político contra esa reforma del régimen local promovida por el Gobierno central y dio plantón, una actitud sin precedentes en estos 34 años. El presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, lo consideró “un extraño proceder, una forma de sacar los pies del plato” y recordó que donde gobierna el PP también se celebra. “Es un acto institucional, no reivindicativo, aunque es normal que si la reforma se está debatiendo a nivel nacional se subraye, cuando además la preocupación es tónica general en todos los ayuntamientos”. También los socialistas, en la voz de Adela Escribano, exalcaldesa de Morón, lo habían recordado en su discurso: “Las entidades locales deben reforzarse con financiación, no podemos esperar más”. Villalobos coincidió con Sánchez Gordillo en la crudeza del diagnóstico: “En el 79 todo era novedoso y afloraban la ilusión y la esperanza. Ahora más que la falta de dinero y la mutilación de competencias, que también, hay poca esperanza, porque faltan empleo e inversiones. Hay una posibilidad de una nueva migración a las ciudades, como en los 60”. Para evitarlo pidió, al menos, autonomía: elevar el techo del gasto y una Ley de Estabilidad Presupuestaria. El aviso fue más allá: si se colapsan los ayuntamientos, advirtió, “si se bloquea el rodar dentado de lo local, se estará boicoteando al conjunto de piezas y engranajes con que cuenta el Estado. Si el engranaje local se detiene o se deja oxidar, todos los demás terminarán colapsando más tarde o más temprano”. Tampoco eludió Villalobos “la autocrítica” al mencionar dos grandes dolencias del municipalismo: “Los proyectos demasiado grandes, sin mucho sentido, mal calibrados”, y la “espúrea lacra de determinados casos de corrupción, que están llevando a la clase política al disparadero y a lo peor que puede sufrir, la desafección ciudadana”.

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