Se trata probablemente del pabellón de la antigua Exposición Iberoamericana del 29 más visitado en la actualidad, pero no por ello deja de ser un gran desconocido. Los más veteranos guardan recuerdos más o menos difusos de fiestas en sus instalaciones, de eventos memorables que acogieron sus muros, mientras que todos los jóvenes sevillanos han asistido alguna vez a las actividades lúdicas y culturales que periódicamente se celebran aquí. Pero falta por escribir, de un modo claro y riguroso, la historia del Casino de la Exposición. Sí se sabe a ciencia cierta, al menos, quién fue el hombre que concibió el resultado final: VicenteTraver y Tomás, arquitecto castellonense llamado a sustituir a Aníbal González, y que quiso para Sevilla un gran teatro-casino como los que proliferaban a principios de siglo XX en ciudades como Baden-Baden, Montecarlo, Niza, Vichy y Evian. Sin embargo, quienes lo consideran con ligereza un simple hall del aledaño Teatro Lope de Vega se equivocan: de hecho, éste fue creado como salón de actos del Casino, y solo el tiempo fue dándole prestigio de gran coliseo entre los artistas. El Casino cumplió en sus inicios con la función de pabellón anfitrión de la Exposición Iberoamericana, por lo que formaba parte de un recorrido por los pabellones que estaba convenientemente señalizado en el pavimento, para que los visitantes no se despistaran. Sin embargo, su entrada principal no era la actual de la glorieta desan Diego, sino la que reconocemos hoy como puerta lateral. De hecho, todavía es posible reconocer en este acceso, a cada lado de la puerta, los dos espacios reservados para mostradores: uno para servicio de guardarropa y otro como taquilla, pues se pagaba entrada religiosamente. Aunque siempre pensamos en él como un edificio redondo, el Gran Salón de Fiestas que fue originariamente el Casino tiene planta cuadrada, con varias dependencias y un salón circular central de 1.000 metros cuadrados, coronado con una cúpula de 18 metros de alto y dotado de un inconfundible pórtico columnario. Tampoco pasa desapercibida su decoración neobarroca, tanto en sus columnas como en las vidrieras y frescos, aunque con la perspectiva actual haya quien lo considere un poco pastiche: al fin y al cabo, ningún edificio ha sido construido para gustar siempre. La actual directora del Casino, Ana Ferrand, parece predestinada a ir de pabellón en pabellón de la antigua Expo. «El pabellón de Guatemala fue mi colegio, el de Argentina mi instituto. Y he terminado trabajando en el Casino», recuerda. La parte lateral del edificio que alberga actualmente su despacho y las oficinas de su equipo no siempre tuvieron el mismo cometido: «Cuando llegamos aquí por primera vez, apenas se podía respirar en el interior, de tanto tiempo como había estado cerrado», recuerda. «Una vez logramos reformarlo y convertirlo en zona administrativa, nos enteramos por casualidad de que esta parte estaba destinada a servir de vivienda al guarda del Casino. Una vez vino a visitarnos un nuevo responsable de limpieza del Ayuntamiento, y se mostró muy emocionado. Nos contó que él había sido el último guarda, que esa fue una vez su casa, y que se había tenido que ir porque entonces tenía niños pequeños, y el ruido que se formaba con los eventos del Casino no los dejaba dormir». No es la primera vez que Ferrand recibe la visita de alguien que le cuenta, con todo lujo de detalles, ese Casino de la Exposición que tal vez ya solo existía en su memoria, tal vez también en amarillentas fotografías y huecograbados de hemeroteca. «El Casino nunca se avino al modelo de casino de pueblo, y mucho menos de casino de juego. Por el contrario, se trataba de un sitio de encuentro», subraya Ferrand. «Este fue el lugar donde se celebraban los grandes bailes de sociedad de Sevilla, también las puestas de largo de las jovencitas. Luego sirvió para otras muchas cosas, pero nunca llegó a tener una función estable». Es decir, que siempre fue un espacio multiusos, un contenedor cultural avant la lettre, como los que ahora diseñan los arquitectos estrella por todo el mundo. Alguna vez se han acercado hasta aquí personas mayores recordando el lugar exacto, en la balaustrada, donde se instalaba la orquestina, y no hay motivos para dudarlo, pues se trata del rincón con mejor acústica de todo el edificio. «Incluso aseguran haber visto aquí a Antonio Machín», apunta la directora. Sería muy largo enumerar los destinos que ha tenido este espacio, Lope de Vega aparte, durante sus 85 años de vida. Muchos recordarán la histórica lucha por el Campeonato Mundial de Ajedrez que en el año 1987 libraron aquí los monstruos Gari Kasparov y Anatoli Karpov. Otros, la tradicional cena que se celebraba bajo la cúpula del Casino al término de la cabalgata de Reyes Magos. ¿Cómo olvidar las maravillosas situaciones vividas aquí durante la Bienal de Flamenco o el Festival de Cine Europeo, o más fugazmente el encuentro del Cómic y la Ilustración? ¿Quién no recuerda alguna muestra de fotografía o de pintura exhibida en el Casino que se le haya quedado grabada? «La historia del Casino está todavía por contar», afirma su directora. Mientras los historiadores se animan, el viejo pabellón sigue vivo. Es más, no para: ahora acoge una muestra, precisamente, sobre el centenario del Parque de María Luisa, y se ultiman los detalles de la próxima actividad de la Casa de los Poetas, que también tiene su sede allí. ¿Qué otros usos le tendrá reservado el destino?