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De la miseria a la dignidad

Humedades, techos resquebrajados, cables podridos, pilares que se hunden... Mucho aguantan a diario los vecinos de Los Pajaritos y Regiones Devastadas. Pero llegó el momento de respirar: tendrán casas nuevas en un par de años. La alegría (al menos ayer) ganaba por goleada al escepticismo. Foto: Juanma Rodríguez.

el 15 sep 2009 / 07:45 h.

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Humedades, techos resquebrajados, cables podridos, pilares que se hunden... Mucho aguantan a diario los vecinos de Los Pajaritos y Regiones Devastadas. Pero llegó el momento de respirar: tendrán casas nuevas en un par de años. La alegría (al menos ayer) ganaba por goleada al escepticismo.

Los vecinos de la calle Mirlo amanecían revolucionados. "Que dice el periódico que nos van a tirar los bloques. Que dice la tele que vamos a tener más habitaciones y hasta ascensores", anunciaba Antonia a los balcones. De los ventanucos pelados de cal asomaban cabezas curiosas: "¿Pero eso es verdad? Yo no me lo creo. Y si lo hacen, no lo verán mis ojos", tercia María, mientras su hijo Francisco suda la gota gorda haciendo reformas en la fachada. Un arreglo -dice-, un lavado de cara. "Estos bloques ya no aguantan más parchetazos". Su sentencia, dicha con cansancio infinito, es la que ha llevado a la Delegación de Urbanismo a actuar por fin, tras dos años de promesas: 725 pisos de Los Pajaritos y de Regiones Devastadas -otra barriada del entorno del Cerro del Águila- van a ser demolidos para construir sobre su mismo terreno bloques con un 20% más de pisos, más altos y con más metros cuadrados. Y, sobre todo, nuevos.

A pie de calle se respira ilusión, porque entienden que la situación "es insoportable". Con una media de 50 años de residencia en el barrio, sus habitantes han pasado de la tranquilidad de lograr un techo -tras años de merodeo por pensiones y patios de vecinos de Nervión, San Bernardo, Triana-, al miedo a que ese techo "te rompa un día la cabeza", dice Antonia. Ángeles, acelerada para ir al trabajo, apoya las quejas de su vecina de enfrente: "La semana pasada tuvimos tres días sin luz porque hubo un chispazo y los cables se quemaron, porque están podridos, son del año de la nana. Cada poco las cañerías revientan y se inundan los bajos y los patios", explica enfadada, mientras su comadre le apunta que, en ocasiones, hasta ratas y cucarachas invaden los bloques.

Ángeles se muestra "contenta" por la decisión del Ayuntamiento, sobre todo por el espacio que ganará, "que lo de ahora son casas de Pin y Pon". Lo que no le gusta tanto es haberse enterado de la nueva justo cuando ha invertido más de 3.000 euros en arreglar el baño, otro pico en pintar su casa, otro más en el aire acondicionado... "¿Quién me paga eso? Si lo sé, no invierto tanto", se lamenta.

David, a su lado, no hace más que pedir que empleen a los jóvenes del barrio en la obra y critica que se hayan reformado las aceras y los aparcamientos cuando ahora "todo va abajo". Tata le responde que la obra irá para largo y que mejor es tener algo "digno" en la calle mientras tanto. Lo dice tras amenazar, rotunda y firme, con que habrá quien se niegue a dejar su casa. "Mi madre no se mueve, ni soñando. Lleva 13 años sin salir de casa y no va a dejarla por irse de alquiler a otro sitio", sentencia.

Las mismas dudas se generan metros más allá, en el Corral del Conde, el primer patio de vecinos que la piqueta tumbará en 2009. Allí prefieren ni valorar el anuncio, "no vaya a ser que se tuerza", dice Josefa limpiándose las manos en el mandil. "Yo rezo, no hablo".

En la orilla hermana, en Regiones Devastadas, donde también entrarán las máquinas, el sentimiento es similar. A Mariana, que reside en esta urbanización desde que tenía tres años (y ya van 46 en el DNI), los ojos se le llenan de lágrimas al pensar "en una habitación más para mis cinco hijos, en un baño digno, en una cocina en la que no tengas que pedirle permiso a los muebles para pasar". Su vecino José le dice que no se lo crea, que "eso son cosas de los políticos, que nunca cumplen". Pero cuando se forma el corrillo en la calle, todos a verlas venir, con la sonrisa pintada, también José entra al trapo. "Ah, qué ganas tengo de que vengan los del Ayuntamiento, porque yo tengo mis dudas, yo no tengo escritura de la casa... ¿No me dejarán sin nada, no?", dice con cara de miedo. "Es que yo necesito una casa apañá, por favor...", pide como si tuviera delante a Emilio Carrillo. Con el sopor, cada uno a su casa. Pero algo ha cambiado. Hay esperanza, hay un compromiso, y hay una fecha. "Que no jueguen con nosotros, que cumplan, porque ya no soportamos que nos toreen más", concluye Mariana.

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